SOCIALIZANDO DATOS / Deporte e impunidad

Por Balvanero Balderrama García balvanero@gmail.com / @Balvanero.B

Desde que recuerdo, estoy ligado e interesado en los deportes. Nunca he sido un gran deportista, ni cerquita, pero me han gustado y he practicado muchos de ellos.

Por allá, en mis mocedades sonorenses, en un pueblo -ahora mágico- en donde rifaba el beis, ahí vamos a jugar futbol. El hermano de mi amigo Roberto incluso nos entrenó, ya en la secundaria, para eliminatorias regionales, no pasamos de Pueblo Juárez, pero la anécdota ahí está.

En esos primeros años jugué: futbol, voleibol, basquetbol, al beis -por supuesto-, tenis y futbol americano.
Eran tardes sin internet, ni siquiera televisión, cuando nos juntábamos a jugar, y a jugar, y a jugar. Poco después llegaría la guitarra y la bohemia.

De esos años mozos, mi afición por la máquina celeste -que dejó de ser recién-, los Mayos, los Dodgers y los Delfines de Miami.

También acá en Colima, seguí en ese asunto del futbol, primero en el Seminario y después con un equipo que se llamaba Farmacia San Juan. También incursionamos en el sófbol, hicimos un equipo para la liga local que se llamó INEGI.

También en el Instituto de Estadística y Geografía, en los juegos nacionales que había hace algunos años, tuve la fortuna de ir varias veces a los juegos de zona y a los nacionales. En el fut a eliminatorias regionales y a nacionales en culturales.

Todo esto viene a relación, porque me siguen interesando los deportes y cuando leo notas como la del futbolista que hizo una fiesta infantil con temática impresentable -el mismo se encargó de hacerlo del dominio público- no puede menos uno que pensar ¿Por qué? ¿irresponsabilidad? ¿no dimensionar lo que representan los jugadores para muchas personas?

No le deseo ningún mal al futbolista. Pero sí esperaba una sanción ejemplar de su club y del organismo rector del deporte privado -que eso es- del futbol profesional en México.

No pasó nada, como sabemos, una disculpa, palmada en la espalda y a lo que sigue.

Estas acciones institucionales solo abonan a la impunidad y generan las condiciones para que sigan pasando esas y muchas otras.

Impunidad la vemos todos los días: pasarse el alto, velocidades de 150 cuando dice 60, no respetar filas, procesos… Impunidad en lo pequeño e impunidad en lo grande, al fin y al cabo nada pasa.

No es lo que queremos la mayoría de habitantes de nuestro México. Pretendemos que la legalidad prevalezca; para ello se ocupan cambios serios y profundos, instituciones que se rijan conforme a las normas, personas corresponsables y comprometidas.

Esos cambios hay que procurarlos en lo personal y en los espacios de injerencia; luego, hay que exigirlos.