EMPRÉSTITO

¿QUÉ VIENE?

Por: Sean Osmin HAMUD RUIZ

Endeudarse o no endeudarse, he ahí el dilema. En términos de una cotidianidad, adquirir deuda muchas veces representa la tranquilidad inmediata, pues tienes la capacidad financiera para hacerle frente al problema en el momento.

Hoy, por diversas circunstancias, ves la necesidad de poner protecciones en las ventanas, luces que se encienden al detectar movimiento, cámaras de seguridad y varias chapas nuevas de alta seguridad.

Además, para acabarla de amolar, tienes familia enferma. Requieren hospitalización, tratamientos y atención especializada.

Tienes dos grandes problemas. El actual administrador de la empresa para la que trabajas, decidió que para ser mejores, necesariamente tenía que reducir el presupuesto de tu departamento. Eso ha significado que bajes sueldos, despidas personal, los planes de expansión que traías vayan más lentos y que en general pagar los servicios que requieres para funcionar haga que dispongas de muchos menos recursos para enfrentar tus necesidades.

Por otro lado, las condiciones externas, además, te obligan a dar descuentos a tus clientes, y tus ingresos se reducen todavía más.

Lo anterior se lo has explicado al administrador y la única solución que te ofrece es que busques gastar menos. Bien que mal, ya lo venías haciendo, pero tu problema de seguridad y salud requieren una atención inmediata y sientes que no vas a tener tiempo suficiente para ajustar el gasto y que te alcance para lo urgente.

Decides pedir prestado. Pero ello no depende exclusivamente de ti. Tienes que convencer al consejo para que te autoricen esa acción y ellos se muestran renuentes. Alegan, entre otras cosas, que la experiencia que han tenido en otros tiempos es que se han endeudado por unas vacaciones o por gastos superfluos. Hasta fraudes se han detectado en el pasado. Y tienen razón. La suspicacia no es gratuita y se entiende.

Y piensan negar la autorización para adquirir deuda, pero no están ofreciendo alguna alternativa para sacar adelante las cosas. Se preocupan que el destino del recurso sea el malgasto, aunque olvidan que ellos tienen todas las herramientas para poder vigilar precisamente que se compre lo prometido, en los costos adecuados y también pueden hacer que se persiga a quien dolosamente pudiera malversar.

Actores relevantes a quienes se pidió opinión se dividen. Unos dicen estar de acuerdo con la deuda, otros no y algunos más prefieren no opinar y que mejor otros decidan.

Si bien es cierto que los niveles de responsabilidad no es el mismo para todos, a todos corresponde tomar su porción.

Ojalá que quienes tienen que decidir reflexionen y no sean solamente reactivos, sino propositivos. Es un momento en que la madurez debe orientarlos, no las vísceras.