#CrónicaMaternas: Relevancias simples

Escena: Nueve de la noche, La Infanta y yo cenamos en la mesita del comedor. Los vecinos rezan un rosario a dos casas de la nuestra porque falleció el papá de uno de ellos. Un auto se estaciona en la calle.

-Mamá, ¿llegó mi tío David?
-No, tu tío David ‘pita’ como loco cuando llega, ese no viene a la casa.
-¿A mi casa no?
-No, miamor.
-Mamá, podemos ir a los tacos donde está el pato que hace “pacpac” con mi tío David, ¿por favor?
-(Sorprendida) ¿Qué?
-¿Podemos ir a los tacos donde está el pato que hace “pacpac” con mi tío David, ¿por favor?
-No, no, sí te entendí miamor. Me sorprendes, nunca me habías pedido algo así, tan claro.
-¿Podemos?
-Bueno, vamos a comentarle a tu tío David.

Fin de la escena

Han de saber que, por muy irrelevante que pueda sonar esta conversación, para nosotras fue el inicio de una nueva etapa.

Hace unas semanas se comenzó a notar el esfuerzo de los dos años anteriores en materia de lenguaje. La Infanta es mucho más clara y platicadora desde hace una semana.

Ahora, cuando caminamos de regreso a casa, la novedad es saludar a todas las personas que se encuentra. No tienen idea de cómo le hace feliz que las personas le regresen el saludo.

En estos días le he explicado que no todos están acostumbrados a que una niña o niño de su edad les hable, por eso debe hablar fuerte y claro para que la escuchen (ahora y siempre).

Una vez que le responden, siempre voltea y me dice con una sonrisa enorme “mamá, me dijo hola”. Mi corazón se estremece.

Bueno, el asunto con la conversación anterior es que nunca antes había pedido algo tan específico. Había pedido huevito para cenar, ver a las abuelas, llamar por teléfono a papá, pero nunca algo así.

Y es que hace unos meses –aún llovía-, fuimos con El Rey David, a comer a unos tacos buenazos por Las Torres (https://goo.gl/maps/tmmd8MX1ZaPL7csr5), donde había un pato. Se metió de algún lado con la lluvia y La Infanta le puso una corretiza por el local y la calle.

Esa vez, fue la primera que La Infanta se comió completo un taco de carne asada, un cerro de frijoles y pico de gallo. Cenó re bien, se acabó mi agua de horchata y se durmió en el camino de regreso a casa.

Ya tiene rato, por eso me sorprende que se acuerde de todo: que cenó tacos, que había un pato, que ese pato hacía “pacpac” y que su tío David fue quien nos llevó.

Todos los días me sorprende su inteligencia, sus habilidades comunicativas, sus destrezas. Hoy me siento orgullosa de que sea tan platicadora. Mañana con los mil por qués, me voy a arrepentir, ni pedo.

Espero gustosa y con ansias los sellitos de perico en el preescolar, los recados de “Señora, su hija platica mucho en clase” y las citas a la dirección por decir en voz alta las cosas con las que no esta de acuerdo.

Hablar en voz alta sin miedo es una habilidad que se construye desde la primera infancia, y aunque ésta es parte de la personalidad de La Infanta, creo que hemos hecho que sea más clara en ella pues desde el inicio le hemos hablado normal, como persona, incluso antes de nacer.

Siempre hemos validado su punto de vista, escuchado y puesto su voz a la par que la nuestra, aunque a veces eso implique andar más despacio o tardar el doble de tiempo.

Hoy es claro que cada retraso a cosas insignificantes, ha valido la pena.

Un punto para La Infanta, cero para el adultocentrismo.

Peace out.

#CrónicasMaternas: del tiempo o ‘nada te cuesta lavar un plato’