TIEMPO Y DUDA

Tiempo y duda

 

Por: Krishna Naranjo Zavala

 

El mundo de los coléricos se ensancha cada día y no es para menos. Hoy la oscuridad es nubarrón de miserias humanas, codicia y guerra. Hacinada en los truculentos avatares de la vida se consume la inspiración. Pareció que la publicidad, las promesas grotescas, el torrente de miedo que el gobierno inyectó en los últimos meses arrebataría el dominio del hombre sobre sí mismo para liberarse de la prisión.

No niego la enfermedad, no niego la crisis, tampoco la penuria. Pero la advertencia ―en amplio sentido― se ha vuelto recurso opresivo, una vara demagógica que salpica terror, el foco rojo prendido al compás de la conveniencia de un gigante de escritorio. Y aunque existen problemas titánicos por resolver, debemos barrer los sentidos turbios que los poderosos soplan desde sus trincheras.

Desde luego: resolvernos a nosotros mismos para no caer en la emboscada.  Duda es el vocablo pertinente, emblema de una sociedad extraviada en la fe y triunfadora en la traición. Las conjeturas vuelan ante circunstancias graves; quién es el culpable, qué hay detrás de todo eso, cómo saldremos de la oscuridad.

Mientras tanto, el circo político, los deshumanizantes propósitos globales en materia de educación y desarrollo que aparentan arraigarse en lo humano empujan a la urgencia de alcanzar algo, ¿qué? Nadie lo sabe. Como si vivir fuera excavar una dirección hacia lo acomodaticio.  Es menester urgente rescatar la condición humana. Reivindicar la confianza y no depositar la turbación en receptáculos macabros.

Es cierto, no tenemos la culpa, yo me angustio como  todos y esta sensación, violenta nuestro espíritu libertario. Creo, sin embargo, que el extravío de la raíz humana inspira mayor terror. Porque instalados en la plataforma de los objetivos ideales, perdemos conciencia de la muerte, de la fugacidad, del instante.

Y nos mecemos en el trajín de los miedos construidos, siempre desarraigados de la magnitud del tiempo humano.  Conforme transcurren los años de nuestra vida, ―agobiados por tanta infamia― queremos asir lo excelso, lo trascendente de lo vivido.

Pienso en la extraordinaria presencia de la muerte en un poeta como Xavier Villaurrutia y advierto este sentido tan consciente que un hombre puede tener sobre la existencia.

Este correr desesperado en busca de nuestra materia verdadera, nuestro reflejo proyectado en lo supremo. Y al final de la travesía, llega el encuentro original con la vida y quizá volvemos a ser inmanentes al mundo.

kn.zavala@hotmail.com 

 

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