En volandas

TWITTERARIO

Por: Rubén Carrillo Ruiz

Como nunca, en sentido inverso de dogmáticos y ortodoxos, se lee y escribe, sobre todo por la exuberancia de las redes sociales, donde el idioma surca sentidos, afirma cauces, renueva contenidos, interpela fijezas, explora realidades.

El juicio es qué tan adecuada y efectiva se usa la estructura lingüística, pero una escuela positiva de escritura, bien aplicada, podría ser el Twitter por razón sencilla de que ajusta el pensamiento a 140 caracteres, pone límites a la desmesura bárbara de la retórica inconcebible. Si los tuiteros (periodistas, políticas, profesores, ciudadanos) sometiéramos ideas básicas a la disposición fundamental del español saldrían chispas del encuentro y contrapunteo entre ironía e inteligencia.

En mis buceos acostumbrados a la red, y a guisa de ejemplo, encontré dos libritos de un profesional de las redes sociales, el argentino Sergio Acevedo, cuyos títulos son consecutivos: Twitterario. Elegí tuits correspondientes a lectura y escritura. Gócenlos, como yo.

Un abecedario, una paleta de colores, una escala musical… siga por favor, necesitamos construir una sociedad justa.

Tal vez algo que se deje leer solo, con el esfuerzo de una sonda intravenosa.

Me conviene buscar el frasco atrapa ideas: cierta dejadez indolente, cierto carburante extraño hace funcionar mejor mi cerebro.

Si supieras la electricidad de tu palabra, los motores, los engranajes enmohecidos que despierta.

Una voz propia, producir una voz propia. No hace falta tener algo para decir o siquiera desearlo, sólo estar confiado de la propia voz.

Pensadera: actividad intensa del cerebro con escasos resultados.

El cuervo le advirtió claramente a Poe. Pero nada, el tipo siguió escribiendo…

Todo escritor tiene el deber de ejercitar su poder de síntesis. Hasta llegar al silencio.

Cuando estoy escribiendo, me gusta lo que escribo. Tú eres mi punto de creación: casi todos los días me gustas.

Hoy no tengo nada para decir. ¿Hay alguna red social para dejar silencios, bostezos, eructos?

Soy pacifista del ala beligerante: disparo palabras.

Dadme un estilo y moveré curiosidades.

Krishnamurti fue un caso único, cada pregunta la respondía como si fuera la primera vez. El Alzheimer no se le hubiera notado.

Sentí envidia de alguien que leo. Qué feo, pero es verdad. Escribiré algo en penitencia, zanjando cualquier comparación.

¿La tecnología deshumaniza? Nada más humano que ver a mi mamá comunicándose por la red, con más de ochenta años. Envía chistes buenos.

La lectura de ese autor tiene como contraindicación el producir somnolencia.

Puedes elegir mejores palabras para convencernos, incluso con ideas más livianas. Pero cuidado con nuestro olfato para la autenticidad.

¿Has intentado repetir el trazo de tu escritura? La creatividad se renueva a cada instante.

Escribir es como ir de pesca, hay que entretenerse y haraganear hasta que pique algo.

Al escribir regularmente vamos perdiendo la inocencia lectora, cuando tantas mediocridades nos parecían encantadoras.

Hay autores que conozco bien, tan bien que no necesito terminar de leer sus frases o sus obras. Estamos en los mismos zapatos.

No tantas destrezas con las palabras, mejor con las ideas. No tantas destrezas con las ideas, mejor con los sentimientos…

Hojeo de todo, pero al final, sigo durmiéndome con las lecturas de siempre.

Estoy callado últimamente. Si hay una conexión con la escritura, me van a esconder los teclados.

Es difícil escribir desde el hastío sin terminar hastiando a los lectores.

Hay muchas formas de leer. La más difícil es usando el cerebro.

Si las mujeres en la vida real son tan ardientes como cuando escriben en Twitter, la supervivencia de la especie está asegurada.

Lo que sé es dudoso, de sujeto y predicado.

Cuando leo entre líneas aparecen muchos blancos.

Autodidacta para meter la pata.

La discusión desmoronó nuestro castillo de arena. No me quejo del material, es de lo que vale la pena hacerlos.

La lectura se parece al amor, comprendes lo que no se dijo.

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