TAREA PÚBLICA / Iglesia Responsable (Las fiestas, para después)

Por Carlos Orozco Galeana

No sé si se han dado cuenta ustedes pero de entre las instituciones que han guardado cuidado en este tiempo de pandemia, esta la Iglesia Católica como efecto categórico de su perfil humanitario, característica que ha brillado por su ausencia en sectores económicos y políticas de gobierno que han preferido activar o reactivar la economía aunque los contagios y las muertes aumenten.

El tema de los semáforos se ha vuelto una pachanga, hay confusión y desconfianza acerca de las valoraciones que se hacen para determinar qué entidad o región es roja, naranja o amarilla. Como es lógico, la población está desconcertada y asume conductas que van en contraposición a las medidas más adecuadas.

Y luego, tenemos la predisposición que algunos gobernadores tienen hacia el presidente López Obrador, la cual es correspondida puntualmente por éste. Lo que ocurre es la contaminación de políticas públicas de verdadera protección. Esto que escribo se constata, por ejemplo, por las numerosas muertes de personal médico, de enfermería y logística en hospitales. Como que ninguna autoridad pone interés a la pérdida de vidas de esos profesionales de la salud..

Pero la jerarquía eclesial no juega en el carril del desorden humanitario. Ha ordenado cerrar sus templos aunque la ausencia temporal de feligreses le implique la afectación de sus finanzas o el retiro temporal de algunos católicos que no tienen su fe muy arraigada. Eso se llama vocación caritativa porque se protege al rebaño que, en las próximas semanas, no podrá visitar los santuarios guadalupanos para impedir nueva ola de contagios. Es bueno que esa prohibición se replique en todo lugar donde haya instalaciones de culto.

Los sacerdotes, cuando celebran misas en lugares con color naranja, amarillo o verde (al 30por ciento de asistencia), no más), se han abstenido de hacerlo si presentan el más leve indicio de la enfermedad. También han abreviado las misas a fin de que las personas no permanezcan mucho tiempo juntas en un lugar cerrado. Realiza las colectas posteriormente a la Comunión para evitar que la gente maneje dinero y se contamine las manos antes de recibirla y están atentos al aseo de las manos de quienes intervienen en el manejo de los símbolos sagrados.

Oro cuidado más es que si durante la Celebración se realiza el sacramento de la Confesión, el sacerdote y los fieles deben usar el cubre bocas. Se omite el saludo de mano, abrazo o beso respecto al rito de la paz, y recomiendan que no haya mucho contacto con quienes han acudido a celebrar la Eucaristía.

En esa orientación del deber, no podemos ignorar la muerte por Covid 19 de decenas de sacerdotes que no dejaron de cumplir su misión en capillas y parroquias. La mayoría de ellos sabía que se exponía a contagiarse y a morir pero pudo más el apego a su responsabilidad como pastores de la iglesia cristiana. Para todos ellos, una oración pidiendo a Dios para que los acoja en su Reino.

Ahora que se aproxima la Navidad, los colimenses debemos extremar precauciones, dejar de lado las posadas y celebraciones familiares con número grande de invitados o con la asistencia masiva de vecinos o amigos. El virus es invisible. Está comprobado que es en ese tipo de reuniones cuando se da el número mayor de contagios.

Hemos de considerar que pronto estará disponible una vacuna para reiterar nuestros afectos a la gente que queremos. Mientras, las comunicaciones telefónicas o por redes sociales son una opción válida para desearnos mutuamente una Navidad alegre y un año nuevo próspero.

Renunciemos a ser parte de las estadísticas de muerte siguiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias. Como dice un slogan, si nos cuidamos a sí mismos, nos cuidamos todos.