TAREA PÚBLICA

EL EXPEDIENTE NARRO

CARLOS OROZCO GALEANA

Hace unos meses, el pueblo austríaco se estremeció porque su presidente, un político que había escalado posiciones desde su partido hasta llegar a ese cargo, tuvo que renunciar porque 22 años atrás, para obtener un grado académico, se fusiló una tesis hasta en un 80 por ciento, hecho que fue del conocimiento de su autor verdadero, que llevó el tema al escándalo público.En la época del presidente Ernesto Zedillo, éste tuvo que prescindir de los servicios de Fausto Alzati, a quien se lo habían recomendado como una “lumbrera” porque supuestamente poseía el grado de doctor. Al darse cuenta de que fue engañado, aquél lo despidió de inmediato por haberlo sometido al escarnio público. A duras penas, Alzati había alcanzado el grado de licenciatura.

En el mundo académico, es frecuente que estudiantes hasta de postgrado se fusilen tesis de otros para acortar el camino de la investigación que es obvio desconocen y luego se presentan como brillantes investigadores para acceder a becas o empleos que de otro modo no podrían allegarse. La Plaza de Santo Domingo de la hoy ciudad de México ha aportado mucho en este aspecto, pues en poco tiempo le dan al cliente allí un certificado de lo que desee.

Hace unas semanas, Proceso difundió que el actual secretario de salud, José Narro, no tiene las credenciales académicas que ostenta al no existir registro legal de su existencia, entre ellas la haber cursado en Birmingham, Inglaterra, un postgrado en cualquiera área de la medicina. Dice Proceso, ya sabe usted como es de concluyente: “El grave problema es que los políticos consideran que nadie se va a dar cuenta de sus mentiras, con independencia de que sean ilícitas o no. La manipulación de datos sobre sus estudios académicos pone a Narro Robles en una situación de erosión moral. Con esas conductas, se aleja de los deberes de la administración pública consignados en el artículo 7 de la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, que a la letra dice: “Artículo 7. Será responsabilidad de los sujetos de la Ley ajustarse, en el desempeño de sus empleos, cargos o comisiones, a las obligaciones previstas en ésta, a fin de salvaguardar los principios de legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que rigen en el servicio público. Ese solo hecho debería haber sido causa suficiente para descartar su nombramiento actual, desde donde tendrá la oportunidad de simular, engañar y gastar recursos del erario”.

La cuestión pasa por la ética del deber que debe regir en la voluntad de un servidor público. Narro es un soldado del sistema político y un hombre acreditado independientemente de si son reales o no las acusaciones de Proceso. Sin embargo, sí fuera el caso de que ha mentido acerca de sus méritos académicos, sí sería una falta grave haber ocupado u ocupar cargos públicos mostrando tal grado de estudios cuando no se tienen, ya que hay los que presumen maestrías o doctorados para escalar en el poder a sabiendas de que están incurriendo en un ilícito, faltando a la verdad y afectando la imagen de un gobierno además de la suya propia. Ahora mismo que en Colima el gobierno estatal muestra unas temibles tijeras de acero para prescindir de los servicios de cientos de trabajadores, valdría la pena que se considerase las capacidades verídicas de cada quien.

La comunidad nacional, por lo demás, espera una revelación de Narro Robles sobre la publicación de Proceso pues, reitero, el ahora secretario de Salud del régimen peñista ha acumulado prestigio en su desempeño público a lo largo de muchos años. No vendría nada mal saber la verdad acerca de este asunto, así sea solo por curiosidad. ¿ A poco no?