SOCIALIZANDO DATOS / Al caer la tarde…

Por Balvanero Balderrama García

Me gusta pensar en la propia vida como el devenir de un día: amanecer, mediodía, atardecer. Quizá, ello se deba al enigma que la Esfinge formula a Edipo, el cual leí hace tiempo y precisamente hace relación al ser humano.

Pero también está en relación con lo que significa la vida humana en el contexto del planeta tierra; del tiempo que llevamos recorriendo la superficie -sólida o líquida- dejando nuestra impronta en ella hasta que nos expulse de manera definitiva a causa de nuestros propios yerros.

El pueblo mexicano tiene la fama y tradición de honrar la vida: “el solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. todo es ocasión para reunirse. cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos” (Octavio Paz, 1998). En alguna parte de su escrito, me recuerda La Fiesta de Serrat (que resuena de fondo al momento de escribir).

Pero también celebra la muerte. Por ello, cada inicio de noviembre, se colocan altares a las personas que se “adelantaron en el camino” y que siguen presentes de manera muy especial en cada familia. Dice Octavio Paz (1998) en su Laberinto de la Soledad: “Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.

En los meses recientes, la muerte se enseñorea en el país y el mundo. Diariamente se le contabiliza y nos enteramos de números que se incrementan inexorablemente; de vez en vez, ese número toma rostro, figura, nombre, cercanía, dolor. Es el tiempo del virus que se ha coronado a sí mismo.

Este año, el día de los Fieles Difuntos será diferente, como lo han sido todos los demás días especiales en el calendario 2020; no abrirán, al menos eso se dice, ninguno de los cementerios -públicos o privados-; el INEGI informó que hay 1,406 administrados por municipios en las zonas metropolitanas del país. El DENUE nos dice que en Colima se registraron 24 panteones en los pasados Censos Económicos 2019.

Así, la vida transcurre en un tris; nunca es suficiente para gozarla o para sufrirla.

Las personas queridas una vez que fallecieron permanecen en la memoria de sus familiares. No omita hacer un altar, pequeño o grande, para tenerlos presentes y revivir el cariño que nos une. Afortunados y afortunadas somos si pudimos enterrar o resguardar las cenizas de esos seres amados.

Recuerde que hay quienes no pueden hacerlo porque lloran su ausencia sin saber si viven o mueren; en solidaridad, podemos poner una imagen en el altar familiar para esas personas desaparecidas, para las que yacen en fosas comunes o en fosas clandestinas.

#PorTodoslosDerechosparaTodaslasPersonas

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