CDMX.- Siendo un estratovolcán, al Tancítaro, en Michoacán, se le considera muerto, pero no lo está, ha tenido erupciones considerables, y lo demuestra la actividad sísmica registrada en las últimas dos décadas, explicó el investigador del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas (IIMAS), Román Álvarez Béjar.
Diría que el Tancítaro es el olvidado; los de Colima, el Popo y La Malinche no, porque son escandalosos; el de Toluca también está activo, comentó el doctor por la Universidad de Berkeley.
El experto del Departamento de Física Matemática del IIMAS precisó que un análisis de la actividad sísmica en diferentes niveles de profundidad del Tancítaro, muestra diversos enjambres sísmicos a lo largo de la cámara magmática.
El trabajo es parte de un proyecto que realiza con Miguel Camacho y Elizabeth Rivera-Calderón, el cual busca visualizar lo que ocurre al interior de los volcanes Tancítaro y Paricutín al revisar la presencia de cenizas, sismicidad y otros fenómenos externos.
Recordó que el campo volcánico Michoacán-Guanajuato tiene alrededor de mil 400 estructuras volcánicas, de las cuales las más recientes son el Paricutín (1943) y el Jorullo (1759); se estima que la aparición de una nueva sucede aproximadamente cada 600 años.
Desde hace tiempo, añadió, se especula sobre el nacimiento de uno en las cercanías del Paricutín, sobre todo por la intensa actividad sísmica en la zona, por lo que analizaron los datos sísmicos de los últimos 20 años (2003-2023) en intervalos de profundidad de 5 hasta 40 kilómetros (Km), así como los generados por observaciones satelitales.
Los resultados de entre 1 y 5 km de profundidad muestran un enjambre de sismos al noroeste del Tancítaro, de 5 a 10 km aparecen más en esta dirección; en el caso de 10 a 15 km es aún mayor el número de movimientos telúricos, lo cual muestra que hay inyecciones de material abajo que provoca rompimiento de las rocas y emite sismos que indican movimientos importantes en la zona, comentó.
Álvarez Béjar destacó que este, el Paricutín y las regiones circundantes muestran intensa actividad sísmica, que en términos generales indica la irrupción de materiales magmáticos de la corteza inferior.
Por ello, el investigador subrayó que es necesario vigilar todos los estratovolcanes mexicanos, entre ellos el Iztaccíhuatl, el Pico de Orizaba y aquellos que tienen manifestaciones diferentes, como la caldera de Los Humeros, en Puebla.