¿Por qué siento lo que siento?

Las emociones y su relevancia en la vida
 Por: César Augusto García Avitia

Todos los días sentimos una gran gama de emociones. Algunas de ellas las experimentamos de manera placentera, ¡nos da gusto sentirlas! Otras, por el contrario, las sufrimos o pueden ser muy desagradables. Pero ¿por qué es así? ¿Por qué las personas sentimos emociones? Más aún, ¿por qué existen emociones que nos hacen sentir tan mal?

La psicología es una ciencia que estudia los procesos mentales y el comportamiento. Dentro de los diversos procesos de la mente, se encuentran las emociones, una dimensión clave de la existencia humana. Es importante partir de una premisa: las emociones son inherentes al ser humano, es decir, son parte de nuestra naturaleza, de nuestro cuerpo, tanto como lo es nuestra sangre o nuestro corazón. No hay ser humano que no las sienta, aunque la forma de experimentarlas seguro puede variar.

Las emociones son respuestas de nuestro organismo que se generan ante determinados estímulos, situaciones o pensamientos. Ejemplos de ello pueden ser el miedo que surge al encontrarnos una serpiente mientras caminamos por un sendero, la alegría al convivir con tus amigos o la tristeza al recordar algún ser querido que recientemente ha fallecido. Así, las emociones ayudan a los individuos a adaptarse y responder de manera adecuada a diferentes situaciones y desafíos. Cada emoción tiene una función útil para nuestra adaptación, el miedo, por ejemplo, nos alerta ante posibles peligros que si no tomamos en cuenta podría resultar riesgoso, mientras que la alegría nos motiva a seguir realizando actividades que nos resultan gratificantes.

Las emociones son experiencias subjetivas, es decir, experimentadas de manera interna por cada individuo, las “sentimos en nosotros”. Cabe resaltar que las emociones suelen expresarse a través de conductas que los demás pueden observar, como una sonrisa al estar alegre o el llanto ante la zozobra. De tal forma que las emociones son también una forma esencial de comunicación no verbal. Nuestra expresión facial, tono de voz y lenguaje corporal transmiten nuestros estados emocionales a los demás, facilitando la comprensión mutua y las interacciones sociales. ¡Definitivamente no conviene pedir un ascenso el día en que nuestro jefe o jefa está de muy mal humor!

Las emociones pueden ser agradables o desagradables. Claro, nos gustaría sentir solo las emociones agradables, como lo es la alegría, pero sin las desagradables quizá no duraríamos mucho en esta vida. ¿Te imaginas qué pasaría si no sintieras asco ante la comida en descomposición ni miedo ante un depredador a punto de arremeter contra ti? Claro, este último ejemplo parece de la prehistoria, pero lo elegí para ilustrar que algunas emociones básicas son evolutivamente muy antiguas y las experimentan, probablemente, todos los animales y, ciertamente, todos los mamíferos.

En fin, las funciones de las emociones son muchas. Podemos sumar que nos permiten expresar nuestras necesidades y deseos; nos motivan a alcanzar metas y aprender de nuestras experiencias; cuando son intensas mejoran nuestra memoria y nos ayudan a recordar eventos significativos; tienen un papel crucial en nuestras relaciones sociales y promueven la empatía y el apoyo mutuo; y, por supuesto, influyen en nuestras decisiones cotidianas.

Así que una respuesta, al menos general, a la cuestión sobre por qué sentimos lo que sentimos, sería porque gracias a ello hemos logrado adaptarnos, los suficiente para hoy estar vivos, conformarnos como personas y estar motivados para seguir adelante.

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Doctor en Psicología César Augusto García Avitia
Profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Colima
Contacto: garciaavitia@ucol.mx