LIBRO ABIERTO Y LOS DEMONIOS VUELAN

Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable. Voltaire

Krishna Naranjo

Libros, interpretaciones y guerras son ingredientes del caldo que alguna vez probamos. Rencores bullen según el ritmo del cocinero. La mesa está servida y los comensales pugnan en nombre del vino, del pan y por supuesto de dios.

 

El siglo XXI, reminiscente de otros siglos e ideas, remueve trazos del fanatismo que se arraigó en el hombre, sobre todo en los siglos XVI y XVII. En estos tiempos la humanidad se asemeja a las figuras proyectadas por un caleidoscopio. Figuras turbias que pudieran reflejar los matices y los colores del mundo, no en disputa, sino en bella danza.

El pasado once de septiembre leí una nota que llamó mi atención. Publicado en La Jornada, el titular era: “Grupo de seis cristianos arranca hojas al Corán frente a la Casa Blanca”. Cercanos al movimiento conservador Tea Party, el propósito de este colectivo fue rebatir la idea de que el Islam es una religión pacífica. Leyeron pasajes que para ellos connotaban odio contra cristianos y judíos. Esta manifestación se llevó a cabo el día del noveno aniversario del ataque terrorista del once de septiembre en Nueva York.

Semillas de espanto brotan, ramificándose en sombras que cobijan la paranoia de nuestros pasos. Es comprensible, hasta cierto punto, la manía de desenvainar la espada “por si acaso”, sin embargo esta actitud defensiva no resuelve y por el contrario impulsa ímpetus peligrosos. Parece que el pánico es la médula que activa el caos de nuestro tiempo. Valdría la pena retomar los planteamientos de Voltaire —específicamente— sobre la intolerancia y el fanatismo. Sabemos que algunos críticos han avizorado una actitud antisemita en el filósofo francés y como señaló Ronald Desné: “No porque ciertas frases de Voltaire nos duelan deberíamos confundirlo en la turba de perseguidores”.

Quizá esta contradicción en el pensamiento de Voltaire muestra —a propósito de los acontecimientos recientes— la inutilidad de adquirir posturas extremistas. Tomemos lo mejor de cada universo, de cada libro, de cada mundo. Los libros sagrados de la humanidad deben arrojar luz sobre el sentido de la vida y el proceder del hombre. Una referencia personal, un libre encuentro con el texto, imaginación al aire, experiencia literaria y filosofía de vida. Hemos constatado a través de la historia que las interpretaciones de un mensaje divino en manos de religiosos, falsos profetas y líderes espirituales,  representaron y lo siguen haciendo, un desacuerdo entre la humanidad en esa búsqueda errónea de un ideal.

 

Hace días nos enteramos cómo grupos de musulmanes radicados en Estados Unidos, emprendieron diversas acciones movidos probablemente por el temor de ser blanco del odio colectivo. Es grave tener miedo por levantar sospechas con la religión. Esta necesidad de tener, interpretar o quizá crear a un dios nos ha dejado graves heridas que necesitamos resarcir con la tolerancia. La falta de respeto en el trabajo, en la calle, por aquí y por allá apunta la necesidad de barrer linderos y refleja la marejada mundial. Cerremos los libros o leamos con nuevos ojos antes de que los demonios vuelen.

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