La pandemia desde la cárcel

La máquina de hacer pájaros

Por: Paola ZAVALA SAEB

«Da igual si robaste o mataste, da igual si eres inocente o culpable, da igual si eres primodelincuente o reincidente, da igual porque a todos nos va a agarrar la pandemia aquí. Y créeme: es el peor lugar para vivirlo».

No todas las celdas tienen barrotes verticales. En las que tienen barrotes horizontales puedes meter los pies entre los barrotes de abajo, luego las manos unos barrotes más arriba y, con un retazo de cobija, otro compañero te amarra las manos para que no te caigas. A eso le llamamos dormir de “gargolita o murciélago”. 

Cuando la celda no está tan llena te puede tocar dormir en los “ataúdes o sarcófagos”, que es el espacio chiquito que hay entre el camarote de concreto y el suelo. Como hay apenas unos cuantos centímetros entre tu nariz y el concreto, sientes que te asfixias, por eso mucha gente prefiere dormir en “la moto”, o sea, sentado en la taza del baño de la celda, pero ahí casi no puedes dormir porque te están despertando toda la noche los compañeros que quieren ir al baño.

Eres rifado si te toca dormir en el suelo y debes llevar mucho tiempo en prisión o pagar una lana para que te toque dormir en un camarote de concreto. Eso sí, las chinches no distinguen: donde sea que duermas te pican.

En cada celda hay ocho camarotes. Aunque la prisión no tuviera sobrepoblación y cada reo durmiera en un camarote seguiría sin poder haber sana distancia entre nosotros porque las celdas miden en promedio 4×4 metros.  

Aparte, ¿cómo van a bajar la sobrepoblación si no se apuran a dictar sentencia? Yo llevo dos años esperando por el delito de robo con violencia, pero hay muchos que llevan más tiempo. Tengo un compa que hasta le quedaron a deber: llevaba ochos años aquí y lo sentenciaron a seis.

A la comida del penal le llamamos “el rancho”. De desayuno dan café, bolillo y huevo en polvo. Le llamamos “huevo radioactivo” porque cuando le echan agua se infla como masa y le sale un color morado. De comer generalmente hay agua con hierbas verdes. Como no es caldo le decimos “sopa de pantano”. De plato fuerte: codillo, que es el codito del cerdo, o “gatidillo”, que nos dicen que es picadillo de carne de res, pero nosotros decimos que es de gato porque es puro nervio. Tenemos suerte cuando llega a haber patitas de pollo. De cenar siempre hay lo mismo: té y bolillo.

Lo bueno es que los que recibimos visita no tenemos que comer del “rancho”. Nuestras familias nos traen alimentos para cocinarlos o nos dejan dinero para poder comprar comida. El principal problema de que limiten o cancelen la visita es que no entra comida, dinero, ni droga.

Las autoridades saben que muchos no le entramos al rancho porque es asqueroso y por eso no se abastecen de comida suficiente para todos. El problema es que cuando no hay visita el rancho no alcanza para todos. Así pasó en 2009, en el Reclusorio Norte cuando prohibieron la visita en la epidemia de la influenza. La comida empezó a ser escasa y en la cárcel pasa lo mismo que pasaría afuera: los poderosos de la prisión se impusieron, se quedaron con todo el rancho y lo repartieron entre ellos. A los pocos días el hambre y la eriza eran generalizadas. ¿Adivina qué pasó? Pues motín.

Da igual si robaste o mataste, da igual si eres inocente o culpable, da igual si eres primodelincuente o reincidente, da igual porque a todos nos va a agarrar la pandemia aquí. Y créeme: es el peor lugar para vivirlo. 

El pasado 7 de abril, la Secretaría de Salud presentó el “Protocolo de Atención del COVID – 19 al Interior de los Centros Federales de Reinserción Social”, que consiste -además de la sana distancia- en las siguientes medidas:

  • Campañas para promover la higiene
  • Considerar la posibilidad de evitar o restringir las visitas
  • Identificación temprana de casos
  • Aislar a los contagiados
  • En casos graves, política de traslado a hospitales.

Las medidas parecen ignorar la realidad de muchas prisiones porque ello implica reconocer el trato inhumano y la corrupción cotidiana que se vive en las cárceles. Si la sana distancia es imposible y la restricción de visitas es inminente para frenar el contagio fuera y dentro de las cárceles, las medidas deberían asegurar al menos comida digna y suficiente para todos, mecanismos de desintoxicación adecuados para lidiar con la crisis de abstinencia, y mecanismos para despresurizar las cárceles que incluyan programas de reinserción social para prevenir la reincidencia.

La ley prevé trece medidas cautelares distintas a la prisión preventiva que podrían funcionar, entre ellas el uso de localizadores electrónicos. También contempla la libertad condicionada de personas que están en prisión por delitos realizados sin violencia que ameritan menos de 5 años de prisión, así como la preliberación de personas adultas mayores y personas con enfermedades crónico-degenerativas.

Países como Marruecos, Túnez, Argelia, Francia, Turquía y recientemente Estados Unidos están otorgando preliberaciones humanitarias, haciendo caso al llamado de la ONU- DH para que “el encarcelamiento sea una medida de último recurso, en particular durante esta crisis”.

México tiene las herramientas para hacerlo también. La pandemia hizo aún más evidente la injusticia de nuestro sistema de justicia; una realidad que necesita un cambio impostergable. Está en las manos de jueces y operadores del sistema penitenciario evitar muchas muertes.

Columna publicada con la autorización de @PaolaSaeb