Hablemos de corresponsabilidad familiar

Hablemos de corresponsabilidad familiar
Por: Tere Inglés

¿Alguna vez has pensado cómo influye en nuestras vidas el hecho de nacer hombre o mujer? ¿dónde terminan las diferencias biológicas y empiezan las culturales?

Resulta que la sociedad nos ha impuesto estereotipos, es decir, una serie de atributos que se considera debiésemos tener por el simple hecho de ser mujer u hombre, con lo que nos encasillan a que “debemos de” o “tenemos que” decir, pensar, sentir o hacer cubriendo roles impuestos.

Dichos roles, los tenemos tan arraigados que, ocasionalmente, nos hacen dudar de nuestro actuar, sentir o pensar ante ciertas situaciones e impacta en nuestra toma de decisiones, incluso en aspectos que pudiesen ser tan simples como la repartición de tareas del hogar y los cuidados tanto de nuestra persona como del resto de la familia, y no se diga en el reparto del recurso económico con el que se cuenta.

De modo que, esto hace que cuando pensamos en una mujer a quien históricamente se ha situado en el hogar, se le visualice como dueña de casa, cuidadora y mantenedora de la familia, es decir, en el ámbito doméstico-reproductivo, por lo que se sabe como guerrera poderosa para solucionar situaciones del hogar; y a los hombres en el espacio público o productivo de la sociedad, lo que le lleva a desvincularse de las necesidades de la familia. Sin embargo, estas creencias tradicionales producen inconformidades, dudas y conflictos entre hombres y mujeres en la búsqueda de la igualdad y equidad, al no estar bien definidos los roles que pudiesen ahora llevar.

Aunque cabe mencionar, que en los últimos años las mujeres se han incorporado al mercado laboral habiendo cambios que han permitido ir replanteando los roles de género y que haya intentos de trabajo colaborativo. Sin embargo, esto no quiere decir que hayan salido del espacio doméstico, sino que se han visto obligadas a seguir con las responsabilidades de siempre de alguna u otra manera, adicional a las nuevas responsabilidades adquiridas, llevándoles no solo al agotamiento físico sino también mental por todo lo que consideran deben solucionar ellas solas, lo cual no es de extrañarse se generen conflictos en la pareja o con sus hijas e hijos, pues está sobrecargada.

En cambio, los hombres, no se han sumado del mismo modo en el espacio doméstico. No lo han hecho en la misma forma ni medida, generando con esto irregularidades y sentires de insuficiencia en una o ambas partes, ante el desequilibrio de lo que hacen y se espera que hagan para ser “buena pareja”, “buena madre” o “buen padre”, “buena persona”.

¿Cómo es esto? En los intentos de llevar el hogar de manera equilibrada, no hay un análisis de posibilidades y no hay acuerdos establecidos que impliquen un reparto equitativo (de toma de decisiones, organización, cuidado, educación y afecto a personas dependientes dentro del hogar), debido a que ella no le permite a él involucrarse y desarrollar habilidades, así como responsabilizarse de la parte que le corresponde, al no ver o sentir a la otra persona dispuesta o competente para llevar alguna tarea, por lo que termina haciendo ella las cosas o asumiendo el control para solucionar situaciones que considera prioritarias; por otro lado, encontramos a hombres que no se involucran en el reparto, debido a que no dimensiona hasta dónde pudiese integrarse en algunos casos para evitar conflictos y respetar los derechos de su pareja o, porque les es cómodo solo hacer el mínimo esfuerzo para que se vea que participan.

Cuando los hombres se incorporan al trabajo doméstico, generalmente lo hacen desde una actitud de ayuda y no de corresponsabilidad, es decir, no asume que es parte de su responsabilidad que su hogar funcione porque él también usa, ensucia, quiebra, come, hace y que también son sus hijas e hijos. Así, no es extraño que un hombre le diga a su pareja: “¿Quieres que te tienda la ropa?”, “¿Qué vas a ocupar del mercado?”, “¿a qué hora ocupas que lleve a Juanito a su actividad?”, “toma este dinero para ver para qué te alcanza para la comida”, cuando él también pudiese involucrarse y llevar el horario de actividades, saber qué falta en la despensa, generar ideas para el menú del día, acercar o preparar los alimentos, dar espacio para que su pareja se dedique un tiempo para su persona o buscar momentos de convivencia conjunta de calidad aunque sea por cortos tiempos. Y esta idea también se manifiesta en muchas mujeres cuando, por ejemplo, dicen: “Yo tengo mucha suerte, porque mi marido me ayuda en la casa”, que en realidad quiere decir “yo soy la encargada de todo en la casa”, como si fueran obligaciones de la mujer que se delegan en otras personas, cuando cada miembro del hogar tiene su parte de responsabilidad.

La corresponsabilidad o el reparto de responsabilidades es la distribución equilibrada entre todas las personas que integran la familia, con el fin de distribuir justamente los tiempos de vida de mujeres y hombres. Es compartir en igualdad no sólo las tareas domésticas sino también las responsabilidades familiares. Con esto, se busca que se asuman como equipo. Para esto, se sugiere tener reuniones por día o semana, según las necesidades, donde se distribuyan de manera equitativa y considerando las habilidades desde la persona más pequeña hasta la más grande de edad con la que viven, y asumiendo que al menos les corresponde a cada quien lo suyo, además de si ven algo tirado, desordenado o quebrado busquen solucionar y no esperar a que se les pida. Esto es corresponsabilidad. Si necesitan apoyo, no duden en contactar a la o él profesional de la psicología de su confianza.

 

Psic. Tere Inglés, psicoterapeuta infanto-juvenil, especialista en atención a las violencias.
Directora general de CHRIZANE Consultoría y Desarrollo Humano
chrizane.consultoria@gmail.com