Endeudar a Colima

Crónica sedentaria

Avelino GÓMEZ

Sigo con atención el drama político del endeudamiento estatal sólo para ver si hay algún giro interesante en la trama. En primer instancia, es una película ya vista. Y no, parece que no hay, ni habrá, una vuelta de tuerca en un asunto que tiende a convertirse en espectáculo circense.

Leo, por ejemplo, la crónica del periodista Ulises Morfín sobre la sesión de la comisión de Hacienda del Congreso (AFmedios, 4 de julio), en la que se abordó —y se aprobó— darle entrada a la solicitud del endeudamiento estatal por 750 millones de pesos. El texto reporta lo ríspido de una larga sesión en la que los diputados de la fracción de Morena fueron, a la vez, héroes y villanos. Los morenistas se opusieron al endeudamiento, pero también los morenistas —junto con los priistas— aprobaron darle entrada al endeudamiento.

En su pieza periodística, Ulises Morfín da cuenta de los gritos, los manoteos, las acusaciones y “los dimes y diretes” entre legisladores que dicen representarnos. Ninguna intención de diálogo civilizado, de acuerdo político o de provechoso consenso. Y a uno le da pena ajena el nivel de debate de nuestros representantes en el poder legislativo. Pero por ellos votamos, ni modo.

En este capítulo del endeudamiento —veremos qué pasa en el siguiente— destaca la participación del diputado priista Rogelio Rueda quien, con su larga y turbia experiencia política, propició que el presidente y el secretario de la comisión de Hacienda aprobaran, precipitada y maliciosamente, el punto sobre la solicitud de la deuda. En un comunicado posterior, el diputado morenista Vladimir Parra cita a Rogelio Rueda como parte de un juego de traiciones en el que participaron sus compañeros de bancada: Julio Anguiano y Guillermo Toscano. En su mundo político de cómic, donde el bien y el mal están en constante pugna, Vladimir Para ha de pensar que Rogelio Rueda es su Lex Luthor.

Más allá de la revoltura y la pugna interna de los morenistas, y volviendo al drama del endeudamiento, decía que esto es una película ya vista. Recordemos que Mario Anguiano, en sus últimos meses de gobierno, endeudó al estado con un crédito por más de 600 millones. Previamente, en el 2014 y 2015, había solicitado otros créditos que el congreso autorizó sin mayores aspavientos. Los créditos de Mario Anguiano fueron un baile de millones, o mejor dicho, una cabalgata de millones, con poca claridad en su ejercicio. Y pese a esos préstamos millonarios contraídos por la anterior administración, el gobernador actual siempre sostuvo que recibió el estado en bancarrota.

Quizás la diferencia en esta ocasión es que Ignacio Peralta, siendo economista —aunque resultó pésimo gobernante—, probablemente ejerce mejor el recurso y no permita que su sucesor, o sucesora en el cargo, diga lo mismo que él dijo de Mario Anguiano: que no dejó ni para pagar la nómina. Sería el colmo que Ignacio Peralta encarnara tantos males para Colima. Pero nadie metería las manos por él.

Ahora bien, el nudo imperdible en esta historia es el debate de si se debe, o se puede , endeudar al Estado. Y es aquí donde ya muchos han adoptado su propia postura. Circulan en las redes campañas a favor y en contra del posible endeudamiento. Lo común es la negativa, sustentada en la desconfianza preexistente sobre el uso poco claro que los gobernantes han hecho del dinero público. Pero también hay quienes están a favor, sobre todo porque parte de ese crédito se invertiría en revertir los estragos de la actual contingencia sanitaria y, también, en equipamiento en materia de seguridad.

Y aunque los ciudadanos tomen partido entre el sí y el no, lo cierto es que la decisión recaerá en los diputados locales que, ya hemos visto, no pueden o no saben representarnos.

Por último, no olvidemos que una deuda pública sólo puede permitírsele a un estado rico. Y en efecto, si nos ofrecen préstamos millonarios es porque vivimos en una entidad solvente, sujeta de crédito. Si se aprueba el nuevo endeudamiento es porque se puede pagar. Falta que nos convenzan en cómo se va a gastar y de qué manera se habrá de fiscalizar.

Por lo pronto, muy mal nos veremos pidiendo prestado y comprando el tren en abonos.