El soundtrack de todos mis días

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI

Hoy les quiero hablar de algo que probablemente no sea importante para nadie pero para mí sí y mucho; el sountrack de mis días.

No lo digo yo y tampoco es algo desconocido para nadie que la música puede controlar tu vida y la de los demás.

La música es vibración y sonido, por lo tanto esta combinación poderosa puede dar forma a la naturaleza y hasta determinar la forma de las galaxias, ¿por qué no podría influir en nuestro estado de animo y hasta en nuestro psiquis?.

En este contexto y en un mundo saturado de estímulos sonoros, pretendo explicar ¿por qué y cómo es que determino mi banda sonora del día a día?.

Desde hace muchos años creo que la música se erige como una fuerza poderosa capaz de moldear nuestras percepciones y, en última instancia, influir en la construcción de nuestra identidad.

Hay muchos y diversos estudios que han explorado la conexión entre la música y el estado de ánimo, la cognición e incluso el comportamiento.

Hoy solo me aventuro a compartir una teoría personal en la que sostengo que la música que escuchamos no solo es un reflejo de nuestra identidad, sino también una fuerza que puede determinar en gran medida lo que podemos llegar a ser.

Ahora bien, ¿por qué elimino de mi soundtrack algunos géneros musicales? Aquí la razón. Como periodista, mi labor me sumerge diariamente en un océano de realidades crudas y a menudo desgarradoras. México, como tantos otros lugares, enfrenta desafíos sociales y económicos que, en ocasiones, se ven exacerbados por la violencia y el narcotráfico. Por esto surge mi decisión consciente de seleccionar cuidadosamente la música que acompaña mi día a día.

También como músico, mis géneros musicales preferidos incluyen el rock, jazz, blues, lounge, reggae, música clásica y soundtracks de cine. Estos géneros, cargados de expresiones artísticas diversas, se han convertido mi refugio sonoro de mis días.

Evito deliberadamente los narcocorridos, la banda, los corridos tumbados y el movimiento alterado, así como el reggaeton. No se trata de una cuestión de una discriminación de niveles sociales y culturales, sino de una elección fundamentada en la necesidad de preservar mi bienestar mental.

La música, más allá de su melodía, transporta mensajes y emociones. Los narcocorridos y sus variantes, por ejemplo, a menudo narran historias de violencia y narcotráfico que ya de por sí los veo por mi trabajo hasta el cansancio. Al evitar estos géneros, no estoy negando la realidad que como periodista debo enfrentar, sino protegiendo mi psique de una sobrecarga de imágenes y narrativas violentas en espacios que están completamente dentro de mis decisiones, contrario al ejercer el periodismo.

La selección consciente de mi banda sonora diaria es un acto de auto compasión en un entorno donde el exceso de violencia ya es una carga pesada.

El reguetón, con su enfoque en la vulgaridad, el sexo y la misoginia, también queda excluido de mi repertorio musical. La música, en este caso, no solo se convierte en una expresión artística, sino en un vehículo que puede reforzar estereotipos y actitudes que no resuenan con mis valores personales y profesionales.

La música que elegimos escuchar puede ser una herramienta poderosa para construir nuestra identidad y, en consecuencia, influir en nuestra visión del mundo.

Al optar por géneros musicales que promueven la expresión artística y sentidos positivos, estoy contribuyendo activamente a la formación de mi identidad y al mantenimiento de un equilibrio mental necesario para enfrentar las complejidades de mi trabajo.

Como músico y periodista, la música se convierte en un aliado en la búsqueda de un equilibrio entre la realidad que narro como periodista y la necesidad de preservar mi bienestar emocional.

La elección consciente de mi banda sonora diaria no es solo una preferencia musical, sino un acto de auto cuidado significativo que me ayuda en la construcción de mi propia narrativa personal.

 

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