#CrónicasMaternas: vale la pena

Colima.- A veces la vida es un caos, los días son largos, las jornadas pesadas y paso las horas esperando que el día termine.

Otras veces todo va mal, una cosa se atrasa y entorpece todo. Mi cabeza parece no concentrarse, la redacción no fluye, las horas se van y siento que me rebasan.

Bebo café, abro una pestaña nueva en el navegador y pongo a Vivaldi en Youtube (no por intelectual, sino para no cantar).

Escucho, me concentro y sigo. De pronto ya son las cuatro de la tarde y me invade la culpa de pensar que paso más tiempo en el trabajo que con mi bebé.

Salgo molesta conmigo misma por mi falta de disciplina, por mi escasa fluidez del día, por no ser mujer ricachona ni vivir de mis rentas. A estas horas debería estar durmiendo la siesta en el sofá.

Tomo un taxi, doy la dirección, bajo el cristal de mi costado derecho, me tallo la cara, respiro profundo, me reclino y cierro los ojos.

Silencio.

El chófer nota mi hartazgo o mi cara de fakiu (no tengo otra) y se limita a subir el volumen del estéreo.

Una canción tonta suena «You’re the one that I want, the one that I wa-ant, woo hoo hoo»… No me juzguen, me gusta Vaselina.

Tarareo, el viento en mi cara, las manos que tamborilean los muslos. Todo se va. Voy regando mi estrés por la Ignacio Sandoval y para cuando llegamos al mercado Obregón el taxi le sube otro poco porque ya voy cantando bajito.

Llegamos. Pago. Me bajo. Ahí está.

Arroja todo, se levanta con prisa, corre a la puerta, lleva los brazos abiertos y la sonrisa bien grande. Un paso antes de llegar al abrazo, se gira y se lanza de espaldas. Confía ciegamente en que le atraparé, le levantaré y le besaré el cuello con trompetillas.

– ¡Hola mi amor! ¿Cómo te fue hoy?

A veces solo hace falta eso: un buen viaje en taxi para reiniciarse. Al final del camino ahí estará (espero que siempre) con su mirada de ojos chinos, sus besos llenos de babas y su hacerme sentir que todo vale la pena.