#CrónicasMaternas: abajo el adultocentrismo

La semana pasada estuve de vacaciones, pero ahora creo que necesito un masaje, drogas duras y terapia intensiva para reponerme de ello.

En esas mismas fechas, se celebró en Colima la cuadragésima Muestra Nacional de Teatro, así que pedí mis vacaciones para poder participar en algunos de los talleres y foros, pero con todo lo que pasó solo pude asistir a dos obras y un taller.

Durante cinco días asistí al taller “Teatro con y para la infancia” con Alonso Apolinar Ensaldo de Nayarit, quien vino a abrirme el mundo, confirmar que ésta lucha por un mundo mejor también requiere la caída del adultocentrismo y a admitir que sí tengo un bebé experimento (aunque me niegue a admitirlo).

Nomás para dar contexto, les recuerdo que los sábados, además de maternar tiempo completo, desde hace cuatro años y medio doy un taller de teatro para jóvenes en el Bachillerato #2 de la Universidad de Colima.

El objetivo del taller nunca ha sido formar actores o actrices profesionales, sino dotar a los estudiantes de herramientas socio emocionales que les permitan enfrentar los retos de la vida diaria de un adolescente (que es dura y cruel).

El taller vino a poner los puntos sobre las íes, fue como si cayeran todos los veintes de por qué hago lo que hago a pesar de todo: porque al final, mi objetivo es ofrecerles a los chicos una ventana a un mundo distinto (y no saben cómo les ayuda a cambiar su perspectiva o el rumbo de sus vidas).

El panorama que construimos entre los compañeros del taller y yo, de la mano de Alonso, incluso me hizo cuadrar la idea que ejerzo sobre la maternidad.

Hubo una frase que me marcó: las personas olvidan olvidamos que las niñas y niños son personas en una etapa de sus vidas.

Claro, porque no es que sean menos o «no estén listos» o «les falte crecer», ni tampoco que sean adultos pequeños, no. Las niñas y los niños son personas completas en un momento determinante de su existencia donde se sientan las bases para sembrar al adulto que brotará después.

Son y existen como seres humanos completos en la primera etapa de su existencia. Y es que eso nos hace falta como adultos, volver a ver el mundo con ojos de niño.

Claro que hay cosas propias de su desarrollo fisiológico que se deben respetar, pero hablamos de dejar de creer que a los niños hay que hablarles leeentooo y claaaro paaaraa quee entieendaaan.

¿De qué hablar con ellos entonces? De todo. De todo aquello que le interese o pase a su alrededor, inclusive conflictos, desventuras y hasta la muerte.

Ellos tienen sí perspectiva del mundo y, en ocasiones, solemos subestimarles y al detenernos a escucharlos podemos sorprendernos con su manera tan pura de ver la vida sin prejuicios adquiridos por esta sociedad adultocéntrica (yapues).

Por acá, a bebé (que de ahora en adelante le llamaremos La Infanta, porque ya cruzó la línea) le gusta hablar de todo lo que le rodea, tiene una fascinación extraña por el tren, las aves y el Río Colima.

Pregunta por sus amigos y familiares, gusta de prender y apagar luces, rayar todo lo que se atraviese, gritar y últimamente sonar la lengua.

Yo noto que acudir conmigo a los ensayos le ha permitido expresarse de mejor manera, no sólo verbal, sino física. Ha aprendido a explicar lo que necesita con todo el cuerpo en caso de que no encuentre las palabras o aún no las sepa.

Quizá también sea mi orgullo de madre que me hace verle muy perspicaz e inteligente, pero hasta los tiabuelos le dicen “María Machetes” de lo brava que es para hacer las cosas, ahí verán.

La cosa es que a esta maternidad se van sumando conceptos nuevos y eso me gusta. Seguir aprendiendo (porque ñoñísima) y compartir este conocimiento con ustedes le da otro sentido más productivo al aprender a identificar entre 50 escalas de llanto, cuál es el de “mamá ya pélame”.

En fin, los dejo con esta linda canción y nos leemos la próxima semana:

El adultocentrismo
Se va a caer
Se va a caer
El adultocentrismo
Se va a caer
Se va a caer

Pd. Esta semana sí chillé porque bebé se enfermó de bronquitis, pero ya está mejor.

#CrónicasMaternas: De la paz (mental) y la sororidad