Crónica sedentaria

Tengo un voto, y los haré sufrir

Por: Avelino Gómez

Inició ya el proceso electoral 20-21 en el que se habrán de renovar —o reelegir, si es el caso y si es que usted disfruta al masoquismo militante— las diputaciones federales, las locales y las alcaldías de los diez municipio de la entidad. También renovaremos ese “cargo” por el que puede competir todo hombre o mujer colimense, mayor de treinta años y que acredite “un modo honesto de vivir” (ja)—: la gubernatura

El periodo electoral es ese lapso de tiempo, que llega cada tres años, y en el que todo ciudadano con credencial de elector vale lo que cuesta. Algunos cuestan poco, pero generalmente valen más que aquellos que compiten por un cargo de elección. De mal gusto el retruécano, sí; pero usted sabe a qué me refiero.

Es en este periodo de la vida pública en nuestro país cuando se tiene la posibilidad, aunque mínima, de intercambiar palabra con algún político (o dizque no político), candidato (de lo que sea), y que luego de la elección (gane o pierda) rara vez volveremos a ver cara a cara. Y es, también, la ocasión para situarse por arriba de quienes piden el favor de ser votados. Porque la intención de voto se cotiza alto. Y para un aspirante no es descabellado el lugar común que reza: “por un voto se gana o se pierde”.

Ahora bien, en Colima, y en el caso de la elección por la gubernatura, uno casi anticipa que los ciudadanos emitirán (emitiremos) votos a manera de castigo, aunque no necesariamente irracional. Una cosa es segura: difícilmente alguien votaría por alguien a quien se le relacione con el actual gobernador (y que a esta alturas ya no siquiera vale la pena decir su nombre); aunque sí votarían por su partido, porque de alguna manera (e increíblemente), el PRI siempre ha sido, para un buen porcentaje de los colimenses, una atractiva opción electoral. Nadie pregunte por qué. Ese es uno de los tantos misterios de esta tierra de parotas y palmeras, similar a la obsesión absurda de los colimotes por recomendar a los turistas que vayan a resbalarse de nalgas en la Piedra Lisa.

El panismo, aunque ahora anda por los suelos, mantiene su poca fortaleza en el conservadurismo provinciano al que —¡Jesús mil veces!—, jamás renunciaremos. Además, en alguna época, representó la alternancia en el gobierno estatal. El problema del PAN fue que, en tiempos recientes, sus políticos mochos se embelesaron con los moches. Y aunque dispersos todavía, podemos encontrar a panista de cepa que emigraron a Movimiento Ciudadano, partido que en Colima poco, o nada, tiene de progresista. Y ahora ese partido, con su herencia panista, llama la atención de una parte de Colima (capital y conurbado) que mantiene dinámicas sociales tradicionalmente conservadoras.

En lo que respecta a Morena, basta saber que todas las encuestas lo sitúan como una fuerza electoral que, holgadamente, podría ganar la gubernatura. Posiblemente con cualquier candidato que ponga o imponga. Es más, si en estos momentos fueran las eleciones y Morena candidateara a un caballo, el caballo gana (y con dos cuerpo de ventaja). Así de impulsiva, y peligrosa, puede ser la masa electoral irreflexiva.

El partido Verde de México es otro de los institutos políticos que ha tenido un relevante crecimiento en Colima. Su fortaleza quizá esté en el trabajo de gestión de sus dirigentes y en la cercanía que mantiene con el lopezobradorismo. Tan notorio es, que su principal activo aparece ya en las encuestas, y en todas ellas por encima de aspirantes identificados con el PRI o con el PAN. Lo curiosos es que el aspirante del partido Verde fue ascendiendo desde los municipios costeros (Manzanillo, Armería y Tecomán) y ahora avanza en el resto del territorio estatal. Ahora sí que, como dijeran en Cuyutlán, salió la Ola Verde.

Y bien, más allá de partidos, lo que tenemos son varios y notorios aspirantes a competir por la gubernatura. Algunos y algunas son opciones atractivas e interesantes. Pero, aunque ellos y ellas acaricien la posibilidad de gobernar, no pueden llegar a ninguna parte sin la simpatía y el favor del electorado. Y la credencial del INE nos otorga la seductora gracia que buscan acaparar.

Usted y yo tenemos una credencial de elector, que puede ser tan voluble o consentidora como nosotros queramos. ¿Quiere quitarle el sueño a un aspirante a algún cargo de elección? Fácil: saque su credencial de elector frente a uno de ellos, levántela al aire como levantaría una espada, y lance su consigna: “Aquí tengo un voto, y todavía no sé si votaré por ti”.