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Los retos educativos de Colima. Parte II

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

La semana anterior escribí los primeros cinco retos de un diagnóstico personal sobre la educación en Colima. Parten de dos consideraciones que conviene repetir: escuela no es sinónimo de educación; la educación ocurre en la escuela pero va más allá de los recintos escolares. Cuando señalo los problemas de la educación, por tanto, no los reduzco al aula, la escuela, maestros y alumnos.
La otra, es que Colima tiene indicadores mejores, en general, que el resto del país, pero sus condiciones podrían ser potenciadas con una transformación que convierta a la entidad en un punto de referencia por su pedagogía, centros educativos y buenas prácticas escolares.
Los primeros retos que advertí son el derecho incumplido para muchísimos mexicanos y colimenses a la buena educación, la expansión descontrolada de la enseñanza superior privada, la relevancia social y pedagógica de la educación, la necesidad de la participación social y el desequilibrio en las exigencias a la escuela. Aquí, otros cinco retos.

Universalizar el acceso a educación media superior es imperativo, y una obligación para el Estado, pero hacerlo en condiciones históricamente distintas a como se ha resuelto. Los gobiernos estatales han descansado en el enorme peso que representa la Universidad de Colima en la atención del grupo de edad, descuidando su propia responsabilidad. La máxima expresión de esta renuncia es que la actual Ley de Educación del Estado de Colima no señala obligaciones para el Estado. ¿Cómo se puede abdicar de tal responsabilidad, cuando en el país se volvió obligatorio proporcionarla y cursarla?

Los medios informativos cumplen distintas funciones sociales, entre ellas, debe ponderarse y exigirse su dimensión formativa. No se trata de pedagogizar los medios, sino de que entiendan que la suya es una tarea formativa relevante en un contexto donde cobran omnipresencia las tecnologías y los medios. Un proyecto educativo para la escuela, y otro en las antípodas en televisión, por ejemplo, contrarrestan los efectos formativos del currículum. O medios impresos que ponderan la violencia, el chisme y la ligereza son antitéticos al proyecto formativo de buenos ciudadanos.

Los municipios han sido omisos en su función dentro del sistema educativo. A pesar del explícito señalamiento del artículo 3, en el sentido de que también son parte de la educación que corresponde otorgar al Estado, en los ayuntamientos no existe una dirección de educación, sino como pegote de las oficinas de cultura y deporte. Los municipios renunciaron a la tarea de educar. El ayuntamiento, los presidentes, los cabildos tendrían una función muy destacada si cambiaran sus prejuicios o ignorancia. Si se entendiera que las calles, los pueblos y las ciudades educan en su arquitectura, en su limpieza, en su orden, en su convivencialidad, entonces maestros y padres de familia encontrarían aliados que hoy abandonaron su responsabilidad constitucional.

El financiamiento para educación es insuficiente. En media superior y superior Colima es de los Estados que menos invierte. La oferta estatal de bachillerato ha crecido en la más barata de las opciones: la modalidad a distancia. Como dije antes, en educación terciaria los gobiernos estatales se recargan en la Universidad de Colima y la vuelven principal responsable. Sin embargo, los montos presupuestales de la Universidad han sido sistemáticamente regateados. Habría que hacer memoria para recordar el último gran incremento al porcentaje de financiamiento estatal con respecto al federal.

Ligado al anterior tenemos la infraestructura. Es verdad, Colima tiene condiciones favorables respecto a los promedios nacionales, a juzgar por los datos del Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial, presentados el año anterior. Pero eso no significa que en Colima no haya carencias y escuelas inapropiadas. La meta, si quieren en tono polémico, es simple: que la escuela de condiciones menores en Colima sea lo suficientemente decorosa, para que el gobernador, los presidentes municipales o diputados estén dispuestos a que en ella estudien sus hijos. ¿Es complicado?
No son los únicos, pero sí creo que algunos de los más relevantes retos para hacer de Colima un modelo educativo que experimente una evolución cualitativa. Lo contrario es mantenerse en la mediana tendencia incrementalista de indicadores, jalonada por la miope política nacional que pondera casi como único relevante, los resultados en las pruebas PISA.

¿Habrá voluntad? ¿Habrá interés?

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