EL ARCÓN DE HIPATIA
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA

“No” debe significar “no”, mientras que la educación debe de promover la comprensión del consentimiento afirmativo: sólo “sí” significa “sí”.

La violación debe definirse en todos los casos por la falta de consentimiento de la víctima y no por el uso de la fuerza, señaló hace unos días la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, Dubravka Šimonovic.

Esta declaración, que a simple vista parece tan elemental al día de hoy, sigue causando un gran conflicto cuando se habla de violación sexual. Al parecer, en la sociedad más iluminada y que se ha distinguido por sus reacciones exacerbadas y de cancelación ante aquello que no es políticamente correcto, el entender que el sexo sólo debe ser consensuado en uso de conciencia sigue siendo algo polémico.

No obstante, hoy se sigue creyendo que sólo si hay violencia hay violación. Como si hubiese que demostrar que la víctima se resistió al ataque, pues quien no deja la vida en el acto significa que entonces lo deseaba, de acuerdo con esta forma errónea de abordar el problema.

En el libro Serial Survivors, la criminóloga Jan Jordan, de la Universidad de Wellington en Nueva Zelanda, describe la variedad de técnicas utilizadas por 15 mujeres que fueron agredidas sexualmente por el mismo hombre: algunas trataron de hablar con él, otras pelearon, otras trataron de alejarse mentalmente de la situación, un proceso que los psicólogos llaman “disociación”. Asimismo, otro estudio, que examinó 274 informes policiales de Estados Unidos, encontró que solo 22% de los sobrevivientes se resistía a la violación peleando y gritando (BBC Mundo).

Justo en México, la semana pasada una vez más se encendió la polémica por la detención de la youtuber YosStop, quien fue denunciada por una joven por posesión y difusión de pornografía. Ainara, quien presentó la denuncia, fue víctima de una violación cuando era menor de edad en una fiesta donde fue alcoholizada y vejada sexualmente, mientras sus agresores la grababan en video.

YosStop decidió que la víctima no poseía la calidad moral para poder denunciar que lo ocurrido no fue consensuado ya que tenía antecedentes de conductas sexuales. No conforme con ello, aceptó tener en su posesión el video, lo cual es un ilícito. En entrevista realizada en El Universal, ella admitió que le solicitó a la víctima pruebas de que sí era violación, pues los violadores “estaban muertos de risa”.

No obstante la indignación original generada en redes con lo acontecido, esta semana, cuando la influencer fue detenida, el ánimo voluble de las redes consideró que el sancionar la conducta delictiva en contra de la integridad de una víctima de violencia sexual es exagerado.

Al parecer, en violencia sexual, la víctima siempre tiene que demostrar que no fue culpable, tener un comportamiento que la haga digna de denunciar. Pero los victimarios, aquellos que sin empatía la dañan revictimizándola, no tienen por qué pagar por ello. Por el contrario, la víctima debe dejar pasar las agresiones, porque “nunca es para tanto”.

Debemos entender como mujeres que no merecemos violencia y no estamos obligadas a consentirla. Que hacer justicia por el cauce de la ley no es ser revanchista, es transformar la sociedad. Que la violencia sexual ya no puede quedar impune, que la ley se aplica en los tribunales y no al gusto de tiktokers y trending topics.

 

 

Columna publicada con la autorización de Saraí AGUILAR ARRIOZOLA