La ixtlilxóchitl (flor negra), mejor conocida como vainilla es una orquídea endémica de México, que se ha cultivado desde tiempos prehispánicos en la región Totonaca del norte de Veracruz y Puebla.

Entre los mayas y los aztecas, la vainilla se utilizaba para enriquecer una bebida de cacao destinada a nobles y guerreros.

México cuenta con 10 de las 107 especies de este género que existen en el mundo; Veracruz se engalana con el primer lugar como productor, con 376 toneladas de un total nacional de 562.

El exquisito sabor de la vainilla es tan popular que no dimensionamos su valor, el cual empieza desde su cultivo, pues tarda años en florecer y cuando lo hace, sus pequeñas flores de un pálido amarillo verdoso, florecen por la mañana, se marchitan al mediodía y mueren al atardecer, a menos de que sean polinizadas, lo cual es problemático, por decir lo menos.

La vainilla viajó a Europa con Hernán Cortés, este exótico producto del Nuevo Mundo se convirtió en el favorito de la realeza y aristocracia.

Los franceses, en particular, se entusiasmaron de tal forma que quisieron cultivar sus propias orquídeas en la Isla Borbón, pero aunque las plantas crecían y florecían, no daban frutos.

El secreto de las largas y delgadas vainas se había quedado en México: la melipona o abeja de monte. Las meliponas eran las únicas que podían polinizar la flor de la vainilla y junto con ciertos colibríes nativos, eran las más efectivas, actualmente, la polinización se realiza de forma manual.

Aun cuando México es centro de origen de la vainilla (ostenta Denominación de Origen) y por casi tres siglos el único productor fue nuestro país, son Indonesia y Madagascar los principales países productores en el mundo.

Afortunadamente, tenemos un potencial cultivable de 7 mil hectáreas que representarían 4 mil 100 toneladas de vainilla, lo que nos colocaría como la primera potencia en este cultivo.

La vainilla se incorpora a las preparaciones culinarias dulces, en extracto es ideal para aromatizar pastas, pasteles, galletas, y demás postres; su dulce aroma acentúa los tés relajantes. En perfumería y en la industria cosmética también destaca, así como en la aromaterapia pues se emplea en velas perfumadas e inciensos.