TAREA PÚBLICA

COLIMA, A LA INTEMPERIE

CARLOS OROZCO GALEANA

Con mi solidaridad para la familia Vázquez Montes, a la que mucho aprecio.
Recientemente se informó que en los últimos tres meses, Colima fue la ciudad con el mayor incremento de la percepción social de inseguridad pública en el país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (Ensu) realizada por el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) durante el mes de junio.

Conforme a esa medición, aplicada en 43 ciudades mexicanas, 72.7 por ciento de la
población de la capital colimense se siente insegura.

“El incremento de los niveles de percepción social de la inseguridad de marzo a la fecha es coincidente con el primer lugar nacional que Colima ha mantenido en la tasa de homicidios dolosos en los últimos meses.”

Después de la ciudad de Colima, el segundo lugar en incremento de la percepción social de la inseguridad lo ocupó Acapulco, Guerrero, con 8.2 puntos porcentuales de aumento; en tercer lugar, la zona Sur de la Ciudad de México, con 7.1 puntos más; seguida por Oaxaca con 5.9; Culiacán, con 5.8; Villahermosa, 5.3 y Cuernavaca, 5.2. Es decir, aquí la matazón está en su apogeo.”

Estas cifras dan la idea de cómo la violencia se ha arraigado entre nosotros, no solo la percepción. No exagero al decir que los colimenses nos sentimos como nunca antes: con miedo; si, miedo a la muerte, miedo a estar en medio de tantas ejecuciones que ocurren frecuentemente, miedo a ser confundido con otra persona, como fue seguramente la ejecución del ingeniero Jaime Vázquez Montes.

Este viernes por la noche, en efecto, cayó abatido este hombre de bien, un profesionista con un gran don de gentes como todos los integrantes de su familia; sin deberla ni temerla, fue prácticamente cosido a balazos por el hampa criminal. Ente paréntesis, me extraña el silencio de los constructores (a los que pertenecía), que no han salido a la calle. En verdad urge que las autoridades esclarezcan este crimen cobarde que se ejecuta en la persona de cada uno de nosotros. Estamos a la intemperie.

Cada día son más las voces que reclaman justamente por la ola imparable de violencia y cuestionan la eficacia de las autoridades para evitar o aclarar los homicidios y demás delitos de gravedad. Pero van a la zaga, los delincuentes son cada vez más avezados, y como se les desconoce actúan sorpresivamente y con éxito en el cometido de sus fechorías.

El tejido social está destruido, pues. Su textura se fraguó por el declive de la estructura moral de la sociedad; ante la falta de eficacia del Estado, que ha fallado en la impartición de educación y en el cuidado de las familias y ante la desigualdad generada por el injusto y deficiente modelo económico que rige, las cosas se han descompuesto. No hay presidente de la república ni gobernador que pueda con este paquete porque sencillamente no está en sus manos resolverlo del todo.

Pero esperemos que en Colima las cosas cambien. Dirán algunos que soy demasiado optimista y que no hay mejoría posible. Pero, ¿tendremos que sentirnos derrotados hoy y para siempre? El cardenal Norberto Rivera tiene esta opinión, fuera de lo que es el ámbito de las instituciones: solo Cristo, con su mensaje de amor, puede salvarnos de los antivalores tan arraigados. El puede limpiar el corazón de tantos asesinos y de otros más que saquean a los pueblos, o anidan en su alma rencores y deseos de venganza. No son más cárceles, ni más armas, ni más leyes, ni más educación lo que habrá de sanar a esta sociedad enferma. Solo el amor, que es don de Dios, podrá hacer que sucumba tanta rabia y tanta maldad en el corazón de tantos.