Segundo día de la «primavera rebelde» en España

Un campamento de colchones, muebles viejos, desayunos improvisados y rostros sudorosos, se aferra a la Puerta del Sol, el corazón de Madrid, la capital española.

Es el segundo día que amanecen en la calle, después de un desalojo policial y de la marcha del 15 de mayo contra la crisis económica y la clase política.

Algunos medios ya la califican como la «primavera española», en alusión a la «primavera árabe».

Este miércoles se arremolinaban centenares de manifestantes que durmieron en la plaza después de la concentración de la víspera, cuando cerca de 4.000 personas acudieron al llamado de las redes sociales.

Su idea es permanecer allí hasta el domingo, cuando tendrán lugar las elecciones municipales.

«Es una primavera todavía incipiente pero sí que nos han influido las revoluciones árabes, el ejemplo de Libia, de Egipto. Con Internet todo está conectado. Es otra manera de ver la política», comenta  Emilio Torres, uno de los jóvenes que se ha solidarizado con la protesta.

«Nos preguntan por qué no hemos reaccionado antes. Somos la generación que hemos crecido en la abundancia ¿cómo íbamos a luchar? No lo hemos pasado tan mal como nuestros abuelos pero ahora vemos que no tendremos futuro», añadió.

Frente a él se alzan tiendas de campaña, mesas donde se acumulan botellas de agua, termos, emparedados, bollos de chocolate, jóvenes descalzos y de tocados rastas, que intentan organizar un método para distribuir los tentempiés.

En medio de cartones y muebles reciclados, se divisan carteles que piden cordura a los manifestantes: «Sé responsable, no hagas botellón» (no bebas), se lee en uno de ellos.

Debajo de la estatua de Carlos III, el reformador de Madrid con obras como el Paseo y el Museo del Prado, se asienta una improvisada oficina de comunicaciones de la protesta.

Después de la multitudinaria manifestación del domingo, promovida por la plataforma Democracia Ya, y donde cerca de 20 manifestantes fueron detenidos por la policía, un grupo se desprendió para protestar con una acampada en la Puerta del Sol.

Algunos le llaman Movimiento 15M pero ellos aseguran que todavía no tienen nombre. Las redes sociales han sido el canal para encauzar la insatisfacción.

«Ciudadanos comunes»

«Somos ciudadanos comunes y corrientes, no pertenecemos a ningún partido ni a ninguna asociación. Nos sentimos decepcionados, estafados por el sector financiero, hartos de la hegemonía política, del bipartidismo», le detalla Pablo Gómez, uno de los portavoces.

«Soy biólogo y estoy en el paro. Sobrevivo con pequeños trabajillos pero estoy pensando en marcharme al campo. He sacado el poco dinero que tenía en el banco, ya no tengo cuenta. Los banqueros son como parásitos del dinero que guardan y los clientes sus huéspedes. No quiero pertenecer más a eso», agrega.

A su lado, un hombre envuelto en una manta comienza a despertarse. Una mujer rumana que pide ayuda para sus hijos se une a la fila de los tentempiés con la mirada fija en bollo de chocolate. Vendedores y compradores de oro, forrados en chalecos reflectivos, deambulan por el lugar, como si la crisis no les tocara.

«Esto no tiene nada que ver con la extrema izquierda. Si acaso sirve para que se genere un espacio de reflexión y debate sería genial. Ya han venido algunos partidos a tentarnos», subraya Gómez.

Alrededor de la mesa se forman grupúsculos de jóvenes y ancianos que se trenzan en acaloradas discusiones.

¿Cinco millones de parados?

«Esto es una vergüenza. Yo los sacaría a todos de aquí. Si quieren que sigamos sus ideas que formen un partido y ya votaremos por ellos. Aquí hay mucha manipulación y gente que se quiere aprovechar», le dice el madrileño Pedro Barroso.

«Si España tuviese cinco millones de parados como dicen, nos daríamos de hostias, nos quitaríamos hasta la barra del pan. Hay mucha economía sumergida», asegura.

«Pero Pedro hay mucho paro», le espeta un amigo, mientras Barroso toma aire.

«Mira en Plaza Elíptica (barrio madrileño) hicieron un reportaje en un bar lleno de desempleados que cobran el paro y que van allí porque les contratan en negro para hacer algún encargo. Entonces, ¿a qué jugamos?», agrega el hombre.

Un joven interviene en la discusión a gritos: «Infórmense, infórmense. Hay otras opciones políticas, diferentes al bipartidismo. No les decimos por quién tienen que votar pero que sepan que hay otras opciones. Infórmense».

«No voy a votar en blanco pero ¿a quién votas?», replica un octogenario satisfecho de la acampada. «Estoy tenía que explotar. Tenemos una clase política enquistada, corrupta», subraya.

Volantes

El joven boliviano Yamil Bate reparte volantes con algunos principios de lo que podría ser un naciente movimiento.

Su madre emigró a España y luego pidió su reagrupación. Aún no sabe si quedarse o regresar.

«Esta crisis no es como las que vivimos en Suramérica. Aquí no pasas hambre y en cualquier parroquia o ONG te echan una mano o te dan para vestirte», dice.

«Pero la juventud no puede quedarse con las manos cruzadas. Tenemos que luchar por el futuro», agrega.

A lado y lado se alinean las furgonetas de la policía y los ríos de turistas que fotografían la acampada. Esta noche volverán a dormir allí.

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