Preludio

El liberalismo en jaque

Por: Fernando Alberto Gutiérrez Fernandez

El liberalismo ha sido a lo largo de la historia una doctrina abierta y en constante evolución; libre de las ataduras del determinismo conceptual, ha unificado a sus adeptos en función de enemigos comunes.

El liberalismo ha tenido, no obstante, al libre albredío como égida para el planteamiento de ideas políticas y sociales, del mismo modo en que su marco histórico supone al colectivismo como un atavismo superado por el individualismo, creador definitivo de la civilización y la cultura como la conocemos.

Múltiples componentes de nuestro entorno político, social e ideológico tienen como común denominador al liberalismo, doctrina que ha trascendido los límites occidentales para instalarse en la dínamica de un mundo globalizado. Tal emancipación ha configurado nuevos retos para el liberalismo, sumiéndolo en un lance ínedito en las últimas cuatro décadas y uno de los más relevantes de su historia.

En un mundo de bombardeo mediático profuso, los criterios de disernimiento informativo languidecen, obligando al individuo a ejercer una opinión sin el rigor cognitivo suficiente, tal como lo exige el más elemental ilustramiento que dio lugar al liberalismo. Dicho escenario asemeja un oscurantismo por exceso de luminosidad, en el cual saber de todo un poco es más nocivo que saber nada, colocandonos en una suerte de medioevo donde la superstición es intercambiada por retazos de información y el adoctrinamiento eclesiastico por la generación de sofistas, dispuestos a militar en los extremos e izar los iconos de los antípodas del liberalismo, algunos de los cuales se describen a continuación.

Ideologías de perfil colectivista han escalado los peldaños del poder abatiendo toda expresión individualista; Venezuela, Israel, Irán, Rusia y Corea del Norte lideran el compendio de dichos gobiernos, que han sumado voluntades a través del enajenamiento del discurso de la violencia, estimulando los arquetipos mas sensibles de su pueblo para oprimir a sus componentes en aras de cumplir la supuesta voluntad de la mayoría. Demonios comunes caracterizan a tales naciones: gobiernos surgidos de los extremos ideológicos, inexorable opresión a los disidentes del sistema, libertades individuales limitadas y una política exterior reaccionaria, que ha puesto más de una vez al orbe al borde de la guerra.

El desdibujamiento de los limités entre el clero y el estado es nuevamente azote de un liberalismo que se encuentra cada vez más menguado por los pactos entre los estados y la iglesia, en el caso de América Latina, y la tendencia teocrática de los gobiernos del medio oriente. La iglesia católica recupera los espacios políticos y económicos perdidos durante el auge del ideario republicano, mientras que los vacios son avasallados por sectas cuyos lideres han amasado grandes fortunas, tal tendencia conducirá a corto plazo a la conformación de una facción político de facto dominada por el clero y sectarios. En medio oriente la renuncia de dictadores y monarcas es suplantada por gobiernos teocráticos patriarcales y el dominio faccioso de extremistas en pequeñas regiones, las cuales no solo han sido empobrecidas, sino que los derechos civiles han sido revertidos a su estatus primitivo.

La inobservancia de la ideología y teorías de los fundadores de las doctrinas económicas liberales han desprestigiado y desbocado al capitalismo. Las prácticas económicas liberales no son las que han polarizado a la humanidad y destruido el medio ambiente, sino la inobservancia de reglas tan básicas como la ausencia de monopolios y monopsonios para el correcto funcionamiento del libre mercado. La combinación de prácticas monopólicas con la intervención estatal a favor de los grandes consorcios, han configurado el escenario perfecto para extrema desigualdad económica y el constante azote de crisis.

En conjunto los anteriores ejemplos confirman el estatus del liberalismo en jaque, que a la postre se enfrenta a crisis del conocimiento, la política y la economía que terminarán por derruir la visión de individuos en completo ejercicio de su libre albedrío. Es menester un resurgir de los principios que rigieron a aquellos visionarios que transformaron al mundo del siglo XVIII.

 

 

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