Populismo penal: la injusticia perpetua

La Máquina de Hacer Pájaros

Por: Paola ZAVALA SAEB

El populismo penal crea la percepción de que las autoridades reaccionan inmediatamente a un fenómeno delincuencial, que son sensibles al dolor de las víctimas y que proponen soluciones como la Guardia Nacional, prisión preventiva oficiosa y aumento de penas. Con tal de ganar unos votos han llegado a proponer hasta la pena de muerte.

Sin embargo, el populismo penal no resuelve, es más, ni siquiera castiga. Cuando todos los delitos son graves, ninguno es grave: no se puede priorizar la acción penal y los niveles de impunidad aumentan, lo que genera una sensación social de injusticia perpetua porque nos han dicho que la cárcel es la única justicia posible.

En el Congreso no se han ocupado de generar iniciativas sobre prevención, que es la más elemental forma de justicia porque busca evitar la violencia que genera más violencia. Es decir, la prevención asume que en incontables ocasiones los victimarios fueron previamente víctimas de violencia: estructural, social, familiar o todas juntas y que estos entornos se pueden transformar desde un enfoque social y no punitivo para que estas violencias no se reproduzcan.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en atender las causas de la violencia y la delincuencia. Sin embargo, esta intención no se ve reflejada ni en la legislación, ni en la política pública, ni en el presupuesto.

Hasta el momento, lo único que tenemos es un Plan Nacional de Desarrollo que sólo menciona la “prevención de delito” para referirse a las tareas de la Guardia Nacional y de la Secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana. Es decir, sólo hay una estrategia punitiva y desde ahí no se pueden atender las causas.

Los grandes programas sociales como “Jóvenes construyendo el futuro” o las “Becas Benito Juárez”, si bien pueden incidir en la prevención, no darán los resultados que el presidente espera en la disminución de los delitos, porque evitar la violencia significa transformar individuos, núcleos familiares y entornos con realidades y necesidades muy complejas que no se resuelven solo con becas y transferencias.

Atender las causas significa, primero que nada, entender. Analizar de manera diferenciada los factores de riesgo porque no es lo mismo lo que sucede en Coahuila que lo que sucede en Oaxaca. Ni es lo mismo las violencias que enfrentamos las mujeres a las que enfrentan los hombres, ni los jóvenes a los adultos, ni los ricos a los pobres.

Se trata también de responder a estas causas con una política integral y programas articulados desde el nivel federal y hasta el municipal, porque es indispensable la proximidad con las comunidades para evitar los distintos tipos de riesgos de violencia y delincuencia en la diversidad de territorio.

Atender las causas implica, sobre todo, asumir responsabilidades y designar recursos. El presidente, con el argumento de la austeridad republicana, eliminó la Subsecretaría de Prevención que dependía de la Secretaría de Gobernación que -con todos sus asegunes– tenía un enfoque social de prevención y presupuesto asignado. Hoy, solo quienes tienen las armas son los responsables de la prevención.

Es cierto lo que dice Andrés Manuel López Obrador: la violencia no se elimina con más violencia. Entonces ¿por qué seguir apostando por la política punitiva que lleva sexenios demostrando su fracaso con su falsa promesa de justicia?

La prevención desde un enfoque social es una apuesta a mediano y largo plazo. Los resultados tardan en llegar, lo cual para muchos no es políticamente redituable, pero para el país es urgente. Nadie merece ser víctima, nadie merece ser victimario.

Columna publicada por @PaolaSaeb