Louise Glück y Sergio Arnoldo Contreras

Crónica sedentaria

Por: Avelino GÓMEZ

Esta crónica debería ser ficción, pero no lo es. O mejor, debería ser un poema, pero tampoco lo es. Es un apenas un testimonio de hace veinte años, cuando me senté a la mesa, junto a un escritor colimense, a leer sus traducciones del libro “El iris salvaje” (1992) de la recientemente ganadora del Nobel de Literatura Louise Glück (USA, 1943). El escritor era, es, sigue siendo, el porteño Sergio Arnoldo Contreras.

Por ese entonces Glück había ganado el Pulitzer con ese libro, y Sergio Arnoldo Contreras, quien es un constante y terco lector de poesía, logró hacerse de un ejemplar de la edición original del poemario de Glück. Para Sergio Arnoldo, el descubrimiento de la poesía de la autora estadounidense fue, además de un agradable encuentro, un buen hallazgo literario al que se empeñó en compartir. Así que se dedicó a traducir cada uno de esos poemas. Y tras concluir su traducción, pasó a hacer lo mismo con el siguiente libro de la autora, “Meadowlands” (1997).

Una tarde —calurosa debió ser—, en la mesa de un café que había frente al jardín principal de Manzanillo, Sergio Arnoldo Contreras sacó de su mochila un puñado de hojas de papel que contenían sus traducciones de Louise Glück. “Tienes que conocer a esta poeta”, me dijo, y empezó a leer en español algunas de los textos. Versos breves, de tono confesional algunos, con fuertes imágenes y referencias a una mitología primigenia. Eso es lo que recuerdo de aquellos poemas. También recuerdo la emoción del escritor al leer, en voz alta, su trabajo como traductor.

De todo eso me acordé esta mañana, al escuchar la noticia de que Louise Glück había ganado el Nobel. También recordé que hace unos meses, en otra charla con Sergio Arnoldo Contreras, le pregunté sobre el destino de sus traducciones de los poemas de Glück. “Deben estar archivados en alguna caja de papeles”, me dijo. De algún modo le urgí a que los rescatara del olvido, aunque en el fondo presentía que tal vez esos poemas, esas traducciones, difícilmente las volvería a ver.

Me inquieta pensar que, de haberse publicado el trabajo de Sergio Arnoldo Contreras en aquel momento, desde hace veinte años un par de generación de poetas y lectores colimense habrían conocido ya parte de la obra de quien es hoy una premio Nobel.

Tal vez uno de estos días aparezcan aquellas traducciones del escritor colimense . Tal vez no. En todo caso, esto que cuento es uno más de los misterios recurrentes a los que nos tiene acostumbrado la poesía. Es un ir y venir, y luego perderse.