La invasión de los zares

La invasión de los zares

Fernando Alberto Gutiérrez Fernández

Desde el horizonte occidental, el naciente conflicto en Ucrania se observa con la parcialidad idiosincrática latinoamericana -acostumbrada a vituperar únicamente contra los abusos del imperialismo de Oeste- conduciéndonos invariablemente a la subestimación o la apatía.

No obstante, la gresca tiene un origen más allá de las causas y efectos de un país como Ucrania, y se instala en un contexto mundial más complejo y con profunda raigambre en la histórica concupiscencia de un imperio.

La disputa en Ucrania puede remontarse a los tiempos de Catalina la Grande cuando esta adhirió al imperio ruso al territorio de Crimea bajo argumentos tan arbitrarios como aquel esgrimido por el príncipe Potemkin: “Rusia necesita su paraíso”. Hoy, a casi tres siglos de distancia, el conflicto se renueva producto de los reacomodos post-guerra fría de un pueblo que busca proyectarse internacionalmente al lado de la unión europea, pero cuya sobrevivencia económica aún depende en gran medida de una Rusia recelosa y contumaz a ceder espacios en su histórica y natural área de influencia.

La península de Crimea, perteneciente a Ucrania, está habitada por una mayoría étnica rusa, con deseos explícitos de adhesión a su patria vernácula, razón por la cual Rusia –previa invitación con bayoneta- pretende la resolución a través de un plebiscito, construyendo circunstancias que remembran siniestramente aquellas del corredor de Danzig y Alemania en 1939, y que no fueron sino preludio del más grande y sanguinario conflicto de la humanidad. Hogaño es el empeño zarista de Vladimir Putin el que empuja hacia una nueva guerra, donde más allá de un afán unificador de la sangre eslava, lo que pesa son los intereses militares en Sebastopol, base principal de flota rusa con base en Crimea y cuya permanencia garantiza el control de una entrada natural hacia Rusia, así como de una importante zona de paso de gasoductos hacia Europa.

La contraparte occidental está representada no solo por los Estados Unidos de América, sino también por la Unión Europea y particularmente por Alemania, una nación históricamente bélica y con el potencial militar y económico para contrarrestar los planes rusos en Crimea, zona igualmente estratégica para los germanos, quienes ven en Ucrania un importante corredor de abastecimiento energético para Europa. No obstante por este flanco se ha incentivado un acercamiento a través de la cooperación y el impulso de la democracia, contrarios al asalto político y militar por los que ha apostado el zarismo ruso.

Independientemente de que el empecinamiento Ruso por independizar Crimea o anexarla a Rusia podría conducir a una guerra de escala mundial, Ucrania, una nación con condiciones para la autosuficiencia y la defensa de sus intereses, continuará bajo el acoso político y militar ruso, sumida en un dilema innecesario, así como en una confusión como aquella detallada en parte en la famosa frase del expresidente ucraniano Kravchuk, “Rusia sabe lo que quiere de Ucrania, Ucrania no sabe lo que quiere de Rusia”, que la debaten entre su pasado soviético y un porvenir de mano de occidente.

Autodefensas barriales

Peligrosamente comienza a gestarse en ciertas colonias nuestro estado, particularmente del municipio de Colima, una búsqueda de la ciudadanía por contratar servicios privados para la seguridad pública, si bien tal afán responde a una desesperación plenamente justificada, estamos en la antesala de una vulneración de las más elementales libertades, pues las reglas de operación de los elementos de seguridad son pactadas en corto con los liderazgos de las colonias, construyendo un modelo que permite la detención civil de ciudadanos en casos no permitidos por la ley, así como el trato diferenciado entre los vecinos que pagan la cuota requerida y aquellos que optan por no hacerlo. Tales acciones dejan entrever no solo una estrategia estatal de seguridad pública rudimentaria, sino también las nefastas consecuencias de la contumaz inexistencia de fuerzas de seguridad municipales en Colima; y con tales ausencias se inaugura una etapa de bonanza para las empresas de seguridad privada, y entidades que no distan mucho de ser una suerte de autodefensas de barrio.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí