PARA PENSAR

GOYA

Por: Carlos Moisés Hernández Suárez

Este cuento es un homenaje a la UNAM, de la que las Universidades de provincia tenemos tanto que aprender. En ocasión de haber sido galardonada con el Premio “Príncipe de Asturias. Salud.

 

¡Gooooya!, ¡Gooooya!

Cachún cachún ra ra

Cachún cachún ra ra

¡Gooooya!

¡Universidad!

Otra vez la huelga. Ni modo. A aguantar las marchas y los bloqueos de calles. Ya ni en el metro está uno seguro.

Los más peligrosos son los estudiantes de Matemáticas sin quehacer. Esos si te asaltan sin que te des cuenta. Como aquella vez en el metro Copilco. ¿Cómo estuvo la cosa?

Déjenme ver si me acuerdo…

 

(De entre la bruma, aparece el metro Copilco)

 

Oiga Señor — escuché a mi espalda —Sí le adivino cuantos hijos tiene, me da diez pesos, y si me equivoco, le doy veinte, ¿apuesta?

La linda joven, ahora frente a mí, en la estación Copilco del metro, no parecía peligrosa. Después de voltear cuidadosamente a los lados (por eso de las cámaras escondidas) le dije sonriendo: “Ya vas”.

Bueno, pero ya que estoy en desventaja, sea honesto y escriba en este papel cuantos hijos tiene — dijo, extendiendo un lápiz y papel  —no quiero que se me raje.

Me pareció justo y escribí el verdadero número, sin que ella pudiera ver.

Ahora sí, ¿cuantos tengo?

Dos —me dijo ella, extendiendo la mano para ver el papel que yo había escrito.

—¿Cómo lo supiste? — pregunté.

Primero deme mis diez pesos —me dijo.

Le dí una moneda de diez pesos. —¿Cómo lo hiciste? —volví a preguntar.

Quiere hacerse rico ¿verdad?, —me dijo, con una coqueta sonrisa.

Bueno, diez pesos no son precisamente una fortuna

Multiplíquelo por cincuenta en un día, o por cien –interrumpió, y se dió  la vuelta.

No resistí la curiosidad.

—    Espera, espera — Dije apuradamente — Te doy veinte pesos si me dices como le hiciste.

Cincuenta — replicó.

Tal vez la maldita curiosidad, que por enésima vez me tenía agarrado, o tal vez el deseo de dejar mi estrato social asignado, que como el clima, estaba clasificado como “el menos alto de los más bajos”. No sé, el caso es que saqué el billete de cincuenta pesos, y así, como muy sobrado, le dije:

Aquí tienes. Viene la receta.

Tomó el billete, lo guardó quien sabe donde y me dijo:

Por el anillo de bodas, usted es casado, en el DF, el 10% de los casados no tiene hijos, el 20% tiene uno, el 50% tiene dos y el restante 20% tiene tres o más. La probabilidad de que yo acierte en el número de hijos que tiene es 50% si le digo que tiene dos. Así pues, de cada diez personas a las que yo le hago esta apuesta, en promedio le gano a cinco de ellas y pierdo con las otras cinco, es decir, por cada diez personas, en promedio recibo cincuenta pesos y pago cien pesos.

—O sea, en promedio pierdes cincuenta pesos por cada diez personas…no entiendo cual es el negocio…sales perdiendo…

—Lo que pasa es que, de las cinco personas a las que les gano, todos me pagan los cincuenta pesos porque le diga como le hice

 

 

 

¡Gooooya!, ¡Gooooya!

Cachún cachún ra ra

Cachún cachún ra ra

¡Gooooya!

¡Universidad!

 

 

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