El turismo y el manual de Carreño 2.0

Crónica sedentaria

Por: Avelino GÓMEZ  

La pandemia nos reveló que es posible retroceder cien años en nuestros hábitos sociales: respetar el espacio personal del otro, no hacer visitas inoportunas a la tía cuando cocina capirotada, desistir de salir a tomar la cerveza con los amigos e irse a la cama temprano y malhumorados, etcétera. Y más todavía: nos encausó a una urbanidad que ya creíamos perdida. La urbanidad, entendida como ese conjunto de reglas que regulan la forma de relacionarse y comportarse con los demás, parece recobrar significado en tiempos de la nueva normalidad.

Además del uso del cubrebocas en lugares públicos, lo que ahora mismo define la corrección en la convivencia social es la observación y práctica general de ciertas “medidas de higiene” tendientes a evitar el contagio y la propagación del virus. Paradójicamente, la “nueva normalidad” comparte las mismas medidas que consignaban los manuales de urbanidad del siglo XIX.

Abro las páginas del curioso y olvidado Manual de urbanidad y buenas maneras del Manuel Antonio Carreño (1812-1874) y leo, en el capítulo referente al aseo personal, lo siguiente: “El aseo contribuye poderosamente a la conservación de la salud, porque mantiene siempre en estado de pureza el aire que respiramos, y porque despojamos nuestro cutis de toda parte extraña que embarace la transpiración, favorece la evaporación de los malos humores, causa y fomento de un gran número de nuestras enfermedades”.

Párrafos más adelante, Carreño escribe: “De la misma manera, sería una indignidad imperdonable, y además un hecho impropio de la honradez que debe reinar en todos nuestros actos, y contrario a la caridad y a la benevolencia, el poner poco esmero y cuidado en el aseo de lo que otra persona ha de tomar en sus manos o llevar a sus labios, cuando se halla ausente y debe por lo tanto suponerse confiado en nuestra buena fe y en la delicadeza de nuestra conciencia”.

Es curioso, pero el manual de Carreño, que en época del porfiriato educó a una dispareja y clasista sociedad mexicana, cobra vigencia para recordarnos que hay algo llamado urbanidad, aunque la sociedad siga siendo clasista y dispareja (López-Gatell ya declaró, torpemente, que el virus lo trajeron los ricos).

Urbanidad: la misma a la que apelan las instancias de gobierno para que los ciudadanos, a través de la práctica de ciertos hábitos, contengan la crisis sanitaria del Covid-19.

Cómo saludar, cómo cubrirse el toser o estornudar, qué distancia guardar en lugares públicos, cómo lavarse las manos, cómo limpiar los espacios comunes, etcétera. Todo esto ya lo tenía contemplado Carreño en su manual. Reglas y medidas que debieron ser, sin duda, odiosas —porque ¿cómo bañarse frecuentemente cuando no había agua corriente?— y exageradas para su tiempo. Acaso lo siguen siendo, pero el miedo a un contagio por el nuevo coronavirus supera toda exageración. Y esto lo sabe la industria hotelera, que en las últimas semanas viene anunciando sus nuevas políticas de higiene y cuidados sanitarios para motivar a los turistas a volver a los hoteles. Acá en Colima, los servidores del sector turístico han manifestado estar listos para afrontar “la nueva normalidad”. Quieren reanudar, de una buena vez, sus actividades económicas. A la par, las autoridades sanitarias estatales aseguran que estamos en la cresta de pandemia. En medio de todo esto, está la contradictoria información que genera el gobierno federal sobre la situación real de una crisis sanitaria que promete mutar en una crisis económica.

¿Cómo volver a ser turista cuando un virus nos acecha y cuando la economía local parece más deprimida que una quinceañera sin fiesta con chambelanes? Habrá que buscar la respuesta en el pasado, cuando uno encontraba biblias en los muebles de los cuartos de hotel. Llegará el día, y eso me causa desasosiego, que al abrir el cajón del buró en la habitación de un hotel, uno encontrará un ejemplar del manual de Carreño.