El debate presidencial que decepcionó

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI

Por donde lo veamos, el debate presidencial de este domingo 7 de abril fue un desastre y decepcionó. Tanto en el formato y producción, con errores básicos de cámaras, organización de conductores y hasta los marcadores de tiempo; en tanto los candidatos tampoco estuvieron a la altura del momento y las circunstancias.

El primer debate presidencial rumbo a las elecciones del 2 de junio dejó al descubierto una dinámica preocupante y poco constructiva.

Claudia Sheinbaum, representante del oficialismo de izquierda, y Xóchitl Gálvez, de la oposición centroderechista, protagonizaron un enfrentamiento marcado por acusaciones personales, relegando las propuestas de gobierno a un segundo plano.

En medio de todo esto, Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano (MC), intentó posicionarse como una alternativa independiente, pero su voz pareció perderse en el fragor del intercambio de reproches entre las dos candidatas principales.

El debate, que debería haber sido un espacio para discutir ideas y soluciones a los problemas que aquejan al país, se convirtió en un espectáculo de ataques mutuos.

Las acusaciones entre Sheinbaum y Gálvez abarcaron desde temas de transparencia y corrupción hasta el manejo de tragedias y políticas de salud y educación.

Sin embargo, estas acusaciones no solo eclipsaron las propuestas concretas, sino que también desviaron la atención de los ciudadanos, quienes expresaron su descontento en redes sociales con el hashtag #LesValemosMadres, evidenciando su percepción de la desconexión entre los políticos y las necesidades reales de la población.

En cuanto a las acusaciones, Sheinbaum criticó a Gálvez por no cumplir con la promesa de donar el dinero de la venta de un departamento, así como por inconsistencias en sus declaraciones patrimoniales.

Por su parte, Gálvez arremetió contra Sheinbaum por su gestión durante el sismo de 2017 y la acusó de ser insensible en temas de salud, llegando incluso a llamarla «mujer de hielo».

Estas confrontaciones, más propias de una contienda personal que de un debate político serio, muestran la falta de madurez y visión de futuro por parte de las candidatas.

El momento más destacado del debate, la sorpresiva despedida entre Sheinbaum y Gálvez, capturada en un video viralizado en redes sociales, generó diversas interpretaciones entre los espectadores.

Algunos vieron en este gesto un indicio de respeto entre las contendientes, mientras que otros lo consideraron simplemente una formalidad en medio de una competencia política agresiva.

Los análisis posteriores al debate coinciden en que Sheinbaum salió como la ganadora, mostrando habilidad para mantener su posición sin caer en provocaciones.

En contraste, Gálvez fue criticada por su nerviosismo, su enfoque en el ataque y por cometer errores como colocar el Escudo Nacional al revés. Este desempeño no solo refleja la falta de preparación de la candidata de la oposición, sino también la ausencia de una visión clara y sólida para liderar al país.

El primer debate presidencial en México fue una oportunidad desperdiciada para discutir seriamente los problemas y las soluciones del país.

La polarización, las acusaciones personales y la falta de propuestas concretas solo demuestran la urgente necesidad de un cambio en la cultura política, donde prime el diálogo constructivo y el compromiso real con el bienestar de la sociedad.

Si los candidatos no pueden elevar el nivel del debate, ¿cómo podemos esperar que estén a la altura de dirigir una nación?