#CrónicasMaternas: de la visibilidad y por qué chillé otra vez

Desde enero voy a terapia. Sin ahondar mucho en el tema, una de las razones por las que decidí ir es porque sentía que la maternidad se me salía de las manos y mi mente/espíritu/corazón no estaban bien y, por ende, no podía estar al 100 con mi Infanta.

Hace algunos meses, durante un punto de crisis, llegué a pensar que nada de lo que estaba haciendo valía la pena, que éste era el trabajo más pesado que he ejecutado en mi vida y nadie lo valoraba, ni recibía un reconocimiento, un cheque o un gracias.

En los días malos sentía que llevaba siglos (así de exagerado y fatalista) sintiendo que nada de lo que hacía se notaba, nada absolutamente.

Pensaba “todos los días, cambio pañales, baño, doy de comer, amamanto, hablo, cuido, protejo, estimulo, acompaño, río, juego, estoy, me desgarro y me desvivo por educar, pero nada es visible o tangible”.

Con mi terapeuta entendí que necesitaba aprender a compartir tareas porque estaba ensimismada en hacerlo todo yo, porque sólo yo sabía cómo. Hasta tengo una playera que me regaló (El Rey) David el Día de las Madres que dice “¡Quítate, tú no sabes!” (truestory).

Total… hace unos días, antes de ir a mi sesión más reciente, me pasaron un par de cosas que me hicieron estrellarme con la verdad.

¿Y qué creen? Lloré (porque soy ridícula y chillona). Poquito y en silencio.

Estaba de visita con mi mamá, terminamos de ver una película y después me puso una carpeta con videos que le he mandado de la Infanta desde que nació. Vi los 40 videos (que se que hay más), acomodados en orden cronológico y pude ver su evolución en cuestión de minutos.

Después de eso la Infanta se me acercó, me pidió agua, me dijo “mami, ven” me tomó de la mano y me llevó a la cocina para que le sirviera agua.

¡Ahí estaba todo! ¡Ahí estaban los mil días hablándole desde que vivía en mi útero! ¡Ahí se escuchaba claramente su voz! ¡Ahí estaba ella caminando sola! ¡Ahí estaba todo!

Bebé, que no es bebé, empieza a tener conversaciones claras, pide cosas, reclama su independencia, su valía, su poder hacer las cosas.

Es una niña amable, empática, divertida, alegre, un poco autoritaria, pero creo firmemente que ese rasgo de su personalidad responde a una seguridad en sí misma y la claridad de sus metas. Así que le pondremos: determinante.

Después llegué a casa, bañé, di de cenar, lavé dientes, di chichita, dormí y seguí viendo fotos y videos.

Entonces tuve una reflexión como señora que soy y me niego a ser: no sé en qué momento pasaron dos años.

Todo está ahí, es visible, es tangible: cada esfuerzo, diente lavado, cena dada, abrazo, beso en caída, gota de leche materna, desvelos, amor, están ahí.

Tiene casi dos años cumplidos, habla claramente, dice por favor, gracias, toma agua en vaso y hace cosquillas si te ve la panza o la axila.

Fue como si me abrieran la puerta de una presa y todo vino a mí en torrente, (como cuando en las películas pasa la vida frente a los ojos del protagonista, así con la vida de bebé).

A veces una sola tiende a desvalorarse, a restarse importancia, a nadar en drama. Pero a veces es importante retroceder, respirar profundo, pedir ayuda profesional y ver el panorama desde otra perspectiva.

Porque es verdad, a veces solo retroceder y respirar no ayuda, necesitamos de un ojo compañero que nos oriente.

Personalmente creo que las mamás necesitamos terapia o acompañamiento psicológico durante la transición mujer-madre-madremujer. A algunas les basta con la tribu, otras necesitamos a un profesional de la salud mental.

Porque si mamá está bien, bebé está bien y el mundo alrededor gira en armonía.

Pd. Estoy bien, ahora sí. Bien bien. En la última sesión le dije a mi psicóloga que me sentía en el vestíbulo de la próxima mejor etapa de mi vida. Como diría Polonio: todo verde y bien regado.

#CrónicasMaternas: del otro diente (sí, el otro [cuarta parte])