No huyas. Asume. Ayuda
Por: Carlos Alberto PEREZ AGUILAR
Comencé a conducir desde los 14 años de edad; en aquél tiempo aprendí en una vagoneta tsuru 1988 de mi madre quien fue mi instructora principal y sobrellevó la angustia de verme practicar con el clutch, las velocidades y los frenos.
Un año después, cumpliendo con las labores del negocio familiar, pude hacerme del volante de una Custom 1979 que en el bachillerato adorábamos, ya que grupos enteros podíamos viajar de un lugar a otro, reunirnos los viernes en los miradores, en el boulevard o en el afamado “Quijote” del Manzanillo de 1999.
Desde entonces, una de las preguntas más profundas que me sigo haciendo es: ¿qué haría si fuera responsable de un accidente que afecte a otras personas? Las respuestas, hasta la fecha, han cambiado de acuerdo a mi edad, experiencia y, en general, al contexto que vivo; ahora, 27 años después de aprender a conducir, creo que reaccionaría con mayor madurez y menor ingenuidad.
Los accidentes de tránsito son una constante trágica que aparece en las noticias, en las redes sociales y, lo más grave, en nuestras vidas. Tema de todos los días y que a todos nos puede pasar.
Por experiencia lo digo, un instante basta: una distracción al volante, una curva mal tomada… después… El golpe. El estruendo. Los cristales partiéndose sobre el rostro. El zumbido en los oídos. Las vueltas, una tras otra. La impotencia… el silencio después del impacto. Los pasos y voces que se acercan para ayudar. Las sirenas que se aproximan. En mi vivencia GRACIAS A DIOS salimos ilesos y sin daños a terceros, pero no siempre es así.
Pienso en “si hubiera”, porque si hubiera estado alguien más en ese lugar lo que hubiera pasado pudo ser una prueba no sólo de responsabilidad legal, sino de conciencia humana.
Hoy sé que huir del lugar del accidente es una de las peores decisiones que puede tomar una persona. No sólo por las implicaciones legales, que van desde agravantes penales hasta pérdida de derechos, sino porque revela una fractura en nuestra ética colectiva: el desprecio por la vida del otro, el miedo que paraliza, la cultura de la evasión.
¿De qué sirve un coche intacto si uno carga con el peso de haber abandonado a alguien herido? ¿De qué sirve la fuga si con ella también escapa nuestra humanidad?… ¿El miedo puede más a la razón?, espero nunca vivirlo en carne propia, no quisiera estar de ese lado.
Sin embargo nos lo han hecho. Chocar y huir. Y quien no lo ha vivido no saben como cala que quien lastima a un ser amado no esté dispuesto a dar la cara y por humanidad, por lo menos preguntar, si su irresponsabilidad causó daños irreversibles. Duele que las aseguradoras y duele aún más que las personas vean a una víctima como un trámite.
En caso de un accidente lo primero es detenerse, evaluar la situación y prestar auxilio. Sí, incluso si tú no tuviste la culpa. Incluso si tienes miedo, especialmente si hay personas lesionadas. En México, el Código Penal establece claramente que el abandono del lugar de los hechos agrava cualquier responsabilidad. Pero más allá de los códigos está el deber moral: si heriste, ayuda; si viste, auxilia; si participaste, responde.
Los accidentes no distinguen entre clases sociales ni profesiones. Lo mismo puede ser un joven en motocicleta, un taxista, una madre de familia, un peatón mayor. Y lo mismo puede ser culpable alguien que iba borracho que alguien que simplemente iba tarde. Pero hay una diferencia fundamental entre quienes enfrentan las consecuencias y quienes intentan huir de ellas.
¿Y si el accidente termina en la muerte de una persona? Entonces no hablamos ya de daños materiales, sino de homicidio culposo. Y si además hubo fuga, la pena puede aumentar considerablemente. ¿Cuántas vidas fueron destrozadas no por el choque, sino por la cobardía posterior? ¿Cuántas familias sin justicia porque el responsable decidió esconderse?
La reflexión es urgente: manejar es un privilegio, no un derecho automático. Implica conocimiento, responsabilidad, madurez emocional y, sobre todo, conciencia social. No basta con tener licencia: hay que tener principios.
Si te ves involucrado en un accidente, no huyas. Asume. Llama a emergencias. Ayuda a las víctimas. Coopera con las autoridades. Sé parte de la solución, no del problema porque al final, no se trata únicamente de evitar la cárcel o pagar un seguro. Se trata de conservar algo mucho más valioso: la dignidad y la conciencia de haber actuado como un ser humano.
Camino a Pascuales
Vamos rumbo a la playa Boca de Pascuales. En la recta del camino rodeado de palmares, detrás de nosotros, un coche se aproxima rebasando a uno y a otro. Parece una persecución. Apenas nos rebasa se abre una vez más a la izquierda, en el carril de sentido contrario, logra meterse entre una motocicleta y adelante sigue un camión. No es perseguido por nadie.
Repite la maniobra… Una camioneta con una familia entera viene de frente. ¡Van a chocar!
El vehículo se lanza fuera del camino a una huerta de cocos. Vuela cuatro metros por el desnivel levantando polvo que en un instante limita la visibilidad del camino.
¿Lo que vimos fue real?… Pensamos que no podía ser cierto. La inercia me hizo bajar la velocidad.
Pensé en irme, algunos que venían atrás se fueron.
La camioneta con la que iba a impactar el coche, parece, tiene la misma reacción. Se detiene, lo veo por el espejo retrovisor.
Pensé en irme, una vez más. Apenas habían pasado unos segundos. Había sido más rápido el shock que el suspiro para agarrar aire.
Escuché dos voces: mi esposa diciéndome que hay que marcar a la ambulancia y la otra dentro de mí diciéndome que no debo irme, podría ser yo, mi familia, mis amigos en otra circunstancia.
Casi al mismo tiempo el conductor de la camioneta que venía con su familia, que segundos antes pudo ser víctima de un trágico accidente, abrió la puerta de su camioneta. Bajamos corriendo hasta el lugar. Preguntamos por los nombres de los cuatro pasajeros, tres de ellos por su propio pie lograron salir descalzos, con heridas menores.
Uno quedó atorado, tenía signos vitales pero estaba inconsciente. Era él el conductor que había sido imprudente, pero también, en el último momento, en un soplo de conciencia reaccionó salvando a una familia inocente de un daño mayor. Ojalá haya sobrevivido. Hicimos lo que pudimos.