Víctor del Rosal: «Neoemprender: 7 maneras de ‘garantizar’ trabajo»

Como sociedad, cada vez se hace más evidente la necesidad de encontrar respuestas creativas y urgentes para el tema del desempleo. Y es que no únicamente se trata del problema económico de la falta de trabajo, sino la pérdida de autoestima, los problemas familiares y la descomposición social en la que desemboca la falta de una ocupación.

 

El tema laboral se encuentra en el centro de gran parte de los problemas de los que (desgraciadamente) leemos día con día. Y es que el trabajo no sólo aporta el sustento económico, sino que resulta ser una terapia, una forma de expresión, una aserción de la identidad personal. Más allá de la remuneración, un empleo refuerza el sentido de utilidad, de productividad y de orgullo personal.

Ya sea un arquitecto trazando un rascacielos imponente, un artesano labrando una pieza única, un mercadólogo lanzando una campaña de alto impacto, o un futbolista anotando un gol, un logro laboral refuerza el sentido de misión personal.

Y recordemos que no hace mucho un título universitario era garantía de trabajo; era calificación sobrada para encontrar un trabajo decente, justamente recompensado, que ofrecía estabilidad y la promesa de una larga carrera.

Pero nos dimos cuenta que el mundo cambió cuando ni el título universitario, o la maestría o el doctorado necesariamente garantizan el pase laboral (aunque sí son requisitos en la mayoría de los casos).

¿Faltan oportunidades?, ¿hay efectivamente menos empleo?, o ¿será que el mundo ha cambiado de una forma tan drástica que requiera que veamos el tema laboral desde una perspectiva totalmente distinta?

El camino de la seguridad

Entendiblemente, el camino tradicional es la búsqueda de la seguridad, de la estabilidad. El acuerdo iba más o menos así: tú te preparas 4 o 5 años en una universidad, para trabajar después unas 40 horas semanales, por unos 40 años, y mientras ‘no te salgas de las líneas’, cuentas con la seguridad de un empleo, beneficios hasta el retiro y una pensión.

Funcionó de maravilla, hasta que los empleadores se dieron cuenta que, ante la feroz competencia global, no podrían mantener su convenio. Llegaron los recortes, la subcontratación y otros esquemas de optimización de recursos, muchas veces sólo para mantenerse a flote… de todas formas ya no habría vuelta atrás.

Y existe otro detalle, matemático digamos. A mayor oferta laboral altamente calificada, más opciones para el empleador, que se puede dar el lujo de elegir. Esto crea un mercado favorable para quien contrata, que se traduce en menos opciones para el empleado.

Y quien ya tiene trabajo, bajo la mentalidad de seguridad, buscará que no haya cambios: ‘¡no le muevas!’ Pero el entorno turbulento, los cambios tecnológicos cada vez más acelerados y otras ‘calamidades’ exigen respuestas inmediatas.. y cambios.

En el camino de la seguridad, el empleado sólo cumple lo necesario, y busca nunca distinguirse, por el contrario, entre más bajo sea su perfil, mejor, para mantenerse lejos de los ‘dimes y diretes’.

Su imagen es la imagen institucional, corporativa, homogénea… es impensable alzar la voz para opinar, o disentir de la opinión ‘correcta’.

El camino de la identidad

El detalle está en que, cada vez más, el consumidor busca relacionarse no con monolitos corporativos, sino con personas. Parece irónico, pero en un mundo cada vez más tecnificado e internetizado (no está en el diccionario), queremos interactuar no con ‘instituciones’ sino con seres humanos.

Por eso proliferan plataformas en línea que permiten ‘conectarte’ de forma más personal con clientes, proveedores, y/o socios actuales y potenciales.

Y ojo, este trato humano refuerza el poder de una marca corporativa porque, cuando necesitas resolver un problema real y no sólo consultar tu saldo, ¿quién quiere ser atendido por un robot? Así pues una marca vale más cuando es gestionada por seres humanos.

Esto es precisamente el paso inicial para andar por el camino de la identidad, es reforzar tu propia marca, sin importar si trabajas para una empresa (sirves a un solo cliente) o si tienes tu propia empresa (sirves a muchos clientes).

Cada persona respira ya su propia marca. Se trata de tu imagen, de tu reputación, de tu nombre y apellido, tal como lo pregonaba Tom Peters en 1997, en un artículo para FastCompany: La marca llamada Tú.

Ya que es la marca que siempre te acompañará, más vale hacer un esfuerzo consciente y planeado, trabajando activamente para incrementar el valor de tu marca, que es única.

He denominado NEOEMPRENDER a este proceso de construir o reconstruir una marca personal. Implica pensar en tus activos, en qué ‘vender’, en cómo servir a los demás… es adoptar la mentalidad del emprendedor ya sea que vendas tus propios productos, o que trabajes para una empresa. En realidad es lo mismo, lo que cambia es el número de clientes a los que sirves, con una cierta actitud y filosofía.

Neoemprender requiere ver el mundo laboral y el mundo de los negocios con nuevos ojos. Típicamente ‘hacer negocios’ es sinónimo de generar utilidades, sin importar qué o cómo.

Para el neoemprendedor, hacer negocio es el resultado de una nueva ética auto-impuesta. Los siguientes valores del neoemprendedor sirven de guía:

1. Se entrega. Encuentra una área de oportunidad, un talento a desarrollar, o en el mejor de los casos una vocación. Lo importante es que cree en su producto, en su idea, en su proceso, en lo que hace. No trabaja por trabajar, independientemente de la tarea, se invierte y plasma su entusiasmo en lo que hace.

2. Sirve. El neoemprendedor sabe que para que construir su marca, su trabajo debe ser útil, debe servir al mayor número de personas. Por eso se olvidó de ‘checar tarjeta’ y cubrir horarios. Ahora resuelve problemas proactivamente, aporta soluciones reales, y se enfoca en crear el efecto wow en sus clientes (internos, externos, no hay distinción).

3. Es creativo. Independientemente del ramo en el que se desempeñe, es una persona inquieta, siempre a la búsqueda de nuevas soluciones para problemas añejos. Parece que en su naturaleza está la inconformidad -orientada a soluciones. Usa su imaginación y se pregunta, ¿qué pasaría si…? No teme explorar nuevas ideas y gracias a su fama creciente como una persona responsable y proactiva, su influencia crece, permitiéndole hacer cambios. Recuerda que un excelente ‘porcentaje de bateo’ es de .300, es decir de cada 10 propuestas que plantea, 3 se harán efectivas. Esto le anima a seguir creando, sin temor a los 7 rechazos.

4. Se relaciona local, nacional e internacionalmente. Sabe que la base de su trabajo son las relaciones positivas con el mayor número de personas posibles. Gestiona sus relaciones, no con la intención de vender sino con la intención de ayudar. Se pregunta: ¿cómo podría ayudar a x persona? Y va un paso más allá, buscando a aquellos clientes potenciales que han manifestado un problema en su área de especialidad. Dichas interacciones son genuinas y naturales porque habla sobre un trabajo que le entusiasma para solucionar problemas reales. Lograr expandir orgánicamente su mercado.

5. Crece. Día a día, como modus operandi el neoemprendedor aprende, ya sea por mecanismos formales o informales. Su espíritu curioso le lleva a encontrar soluciones, para hacer mejor su trabajo, para ir más rápido y lejos. Busca mentores, especialistas y ‘ángeles’ que le puedan abrir puertas a mejores oportunidades, conocimientos y estrategias para llevar su empresa al siguiente nivel.

6. Aprovecha el Internet para hacer más eficientes sus interacciones con su grupo creciente de clientes, seguidores, amigos y simpatizantes. Saca provecho a las redes sociales y otras tecnologías en línea para maximizar los servicios que presta. Se ha convertido experto en buscar información y recursos en línea; está al tanto de lo que ocurre en el mundo; y busca la forma de capitalizar lo que encuentra para servir mejor y así incrementar el valor de su marca.

7. Mejora su comunidad. Desde sus inicios, el neoemprendedor se ocupa de su comunidad. Participa activamente en iniciativas y causas sociales que le interesan. Pone sus talentos al servicio de los más necesitados, con lo cual no sólo hace un bien comunitario, sino que fortalece su espíritu de solidaridad.

En suma el neoemprendedor es un emprendedor con la mirada puesta en el 2020, pero con principios milenarios. Es entusiasta, y no sólo da vida a una empresa rentable, sino que invierte su mente y su corazón en un proyecto que para él o ella es relevante.

Comprende la realidad de su comunidad -local, nacional e internacional- sirve, se conecta genuinamente con los demás, mejora la sociedad en la que vive, crece y fortalece su negocio, aprovechando las tecnologías de información.

En el fondo, neoemprender es regresar a lo básico, donde los negocios son hechos de persona a persona. Lo que ‘garantiza’ la filosofía del neoemprendedor es volver a la raíz, a la confianza, a la excelencia, a la vocación.

Más allá, si la incertidumbre global nos orilla a ya no buscar la seguridad sino a desarrollar la identidad y el servicio, ¡bendita incertidumbre!

Hay que reencontrarnos, hay que despertar, y hay que hacerlo rápido, porque quien descubra su voz y la desarrolle no sólo estará construyendo una marca o una empresa, sino que estará re-humanizando los negocios… y el mundo.


Te invito a comentar este artículo:

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí