Rey saudí condena la violencia en Siria, sigue represión

El presidente de Siria, Bashar al-Assad, prolongó el lunes el ataque de tanques sobre el corazón tribal suní del país, según residentes, en un aumento de la represión contra los manifestantes que desató un inusitado rechazo del rey de Arabia Saudí.

El rey Abdullah, un monarca absolutista, rompió el silencio de los países árabes tras la semana más sangrienta en casi cinco meses de revuelta en pos de más libertades políticas en Siria, pidió el final del derramamiento de sangre y llamó a consultas al embajador saudí en Damasco.

También advirtió al dirigente sirio de que adopte reformas o se arriesgue a ser derrotado.

Fueron las críticas más fuertes del gigante petrolero a otro país árabe desde que en enero comenzó una oleada de revueltas pro democráticas en Oriente Medio que derrocó a los dirigentes autoritarios de Túnez y Egipto, encendió una guerra civil en Libia y conmocionó a las atrincheradas élites de la región.

«Lo que está pasando en Siria no es aceptable para Arabia Saudí», dijo Abdullah en un comunicado escrito que fue leído en la cadena de televisión satelital Al Arabiya.

«Siria debería pensarlo bien antes de que sea demasiado tarde y emitir y poner en marcha reformas que no sean solo promesas sino reformas de hecho», dijo. «O escoge la sabiduría por sí misma o se verá arrastrada a las profundidades de los disturbios y las pérdidas», agregó.

Este comunicado sigue a mensajes similares emitidos desde el sábado por parte de la Liga Arabe y el Consejo de Cooperación del Golfo. Kuwait también llamó el lunes a consultas a su embajador en Siria, informó el ministro de Relaciones Exteriores del país.

El funcionario kuwaití, jeque Mohammed al-Salem al Sabah, anunció también que los cancilleres de los países del Golfo se reunirán pronto para discutir la situación en Siria.

Esto tiene lugar cuando tanques y tropas sirias entraron en la ciudad suní de Deir al-Zor, en el este del país, en la última maniobra militar para aplastar los focos de la protesta contra los 41 años de mandato de la familia Assad y el dominio de su comunidad, la minoría alauí.

«Vehículos armados están bombardeando el distrito de al-Hawiqa (…) Los hospitales privados están cerrados y la gente tiene miedo de mandar a sus heridos a instalaciones estatales porque están infestadas de policías secretos», dijo a Reuters por teléfono un vecino llamado Mohammad.

El barrio de al-Yura, en Deir al-Zor, situada junto al río Eufrates, también se vio envuelto en la ofensiva de Assad, y miles de habitantes de ambas localidades huyeron, aseguró el vecino mientras se podía oír de fondo el ruido de disparos de armas pesadas.

Mohammed dijo que al menos 65 personas habían muerto desde que el domingo los tanques y otros vehículos blindados entraron en la capital provincial, situada a unos 400 kilómetros al noreste de Damasco, aplastando las barricadas caseras y abriendo fuego.

El asalto sobre la ciudad, situada en una provincia productora de petróleo fronteriza con Irak, tuvo lugar una semana después de que los tanques entraran en Hama, en la que decenas de personas han muerto, según algunos vecinos.

Mientras los dirigentes árabes permanecían mudos y la respuesta internacional se limitaba a una condena verbal y sanciones a la jerarquía siria, Assad afrontó pocos obstáculos para seguir con su campaña militar durante el Ramadán, el mes sagrado musulmán, hasta la intervención del rey saudí.

Las relaciones entre la Arabia Saudí suní y la élite alauí de Siria han sido tensas desde el asesinato en el 2005 en Beirut de Rafik al-Hariri, primer ministro suní, prooccidental de Líbano que también tenía la nacionalidad saudí.

Riad apoya a su hijo Saad, mientras que Assad, junto con los clérigos en el poder en Irán, apoyan el grupo armado chií libanés Hezbollah. Los alauíes son una rama de los chiíes, mientras que la mayoría de los sirios son suníes.

Un grupo de investigación de la ONU implicó inicialmente a funcionarios sirios de seguridad en el asesinato de Hariri y un tribunal internacional procesó a miembros de Hezbollah, aunque tanto Damasco como el grupo chií han negado cualquier implicación.

Durante meses de manifestaciones en Deir al-Zor, los manifestantes rompieron carteles del líder de Hezbollah Hassan Nasrallah y del presidente de Irán, según testigos y activistas, mostrando la disconformidad suní con la política de Assad de alinearse con los chiíes.

AUTORIDADES NIEGAN EL ATAQUE

Las autoridades sirias negaron el asalto sobre Deir al-Zor. La agencia estatal de noticias dijo que «ni un solo tanque ha entrado en Deir al-Zor» y calificó las noticias de «trabajo de canales satelitales rovocadores».

Siria ha prohibido la presencia de la mayoría de los periodistas, lo que hace difícil confirmar las noticias de ambos bandos.

Según sus autoridades, se enfrentan a ataques armados desde el inicio de las manifestaciones en marzo, y han culpado a saboteadores de la mayor parte de las muertes de civiles. También los acusan de matar a 500 integrantes de las fuerzas de seguridad.

Grupos de defensa de los derechos humanos han notificado algunos casos de hombres armados que atacan a las fuerzas de seguridad, pero afirmaron que las fuerzas de Assad han matado al menos a 1.600 civiles que participaban en manifestaciones en su mayoría pacíficas.

Según Estados Unidos, la cifra de muertos supera los 2.000.

Assad, que ha calificado repetidamente el alzamiento como una conspiración extranjera para dividir al país, defendió la actuación del Ejército.

La agencia oficial de noticias lo citó el domingo diciendo que las tropas cumplían un deber nacional al «ocuparse de ilegales y convictos (…) que sellan las ciudades y aterrorizan a la población».

(Reporte adicional de la Redacción de Damasco; Traducido por Teresa Larraz en la Redacción de Madrid; Editado por Lucila Sigal)

Con información de Reuters

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