DIARIO DE EDUCACIÓN
Por: Juan Carlos YÁÑEZ VELAZCO
Nico Hirtt es un profesor y sindicalista belga, fundador de Appel pour une École Démocratique [Llamada o Convocatoria para una Escuela Democrática] que analiza la escuela con una perspectiva crítica sólida. Su obra es respetable, como sus ideas rebeldes, escuchadas en los foros mundiales alternativos.
En un artículo publicado en octubre del año pasado, Hirtt examina la escuela digital y la clase inversa que rebrotaron con el confinamiento por la pandemia del COVID-19, calificándolos en el título como «dos virus troyanos del liberalismo escolar».
El profesor Hirtt elige tres ángulos para observar los dos objetos de su estudio: la transmisión del saber, las desigualdades escolares y el contexto económico. Su posición es firme desde las primeras líneas: la enseñanza a distancia y el autoaprendizaje a domicilio sólo pueden admitirse como el último recurso en circunstancias excepcionales. En su análisis desde los saberes escolares coloca en el mismo saco a la pedagogía inversa, al enfoque por competencias y la educación tradicional, porque parten, a su juicio, de un concepto caricaturesco de la enseñanza tradicional, que reduce el papel de la escuela a la transmisión de saberes como función que puede desarrollarse sin dificultades con las tecnologías, prescindiendo de profesores y apostando a plataformas, podcasts, videos, pdf’s y otros medios en boga.
Para Hirtt, la escuela digital, apoyada en esas novedades (clase invertida o enfoque por competencias), pretende prescindir de la relación profesor-alumno, alma de la relación pedagógica. Dichas posturas reducen la relación entre teoría y práctica a una etapa lineal, sin las complejidades de su adecuada articulación, negando el valor de la teoría como fuente de interrogantes que deben responderse y luego contrastarse empíricamente.
Esa interpretación, en que la escuela se convierte sólo en dispensadora asincrónica de saberes para el autoaprendizaje, servirá especialmente a quienes tienen fuera de ella apoyos que refuercen aprendizajes, pero amenaza las oportunidades de quienes sólo acumulan carencias. En otras palabras, cuando la escuela abandona su rol como transmisora activa de saberes, con un profesor presente, sólo saldrán adelante los favorecidos en la pirámide social.
El artículo de Hirtt es una provocación para interrogarnos por las consecuencias de modas que se instalan y suponen resolver problemas que, a veces, se disfrazan bajo velos de modernidad pedagógica, pero agravan las desigualdades de aprendizaje y son incapaces de contenciones ante la precariedad de millones de estudiantes en los sistemas educativos, sobre todo con la pandemia.
La reflexión de Nico Hirtt es parte de una agenda oportuna para debates de otra naturaleza, en los campos de la epistemología o las teorías pedagógicas, antes que en los medios o parafernalias que distraen de lo realmente estratégico.