Otra mirada a la adolescencia: Rompamos prejuicios

Es común escuchar o ser parte de comentarios y/o actitudes negativas entorno a las adolescencias, clasificándolas de problemáticas, rebeldes, incomprensibles, frágiles, débiles, etc. el hecho de utilizar estos adjetivos calificativos, en sí, ya es preocupante, porque invisibiliza las verdaderas problemáticas que pueden existir en las y los adolescentes, aún es más alarmante cuando dichas características se utilizan en ambientes familiares, educativos, sociales, clínicos e incluso para el desarrollo de políticas públicas; es por ello sumamente relevante hablar entorno a los prejuicios y estigmas que giran entorno a esta etapa del desarrollo.

Para ello es importante definir que, el estigma es un conjunto de actitudes y creencias que desacreditan o rechazan a una persona por considerarlas diferentes (adolescentes), por otro lado el prejuicio es la idea anticipada y generalmente negativa de dicha persona a partir de cualquier característica (etapa de adolescencia), mientras que el estereotipo es la imagen mental comúnmente aceptada y generalizada en la que se asignan características determinadas a cierto grupo, lo que tiene como consecuencia la discriminación, un trato desfavorable hacia una o un grupo de personas con el fin de insultar, ofender o atacar.

Esto los hace sujetos sumamente excluidos, con poca o nula participación en la toma de decisiones, la automática desacreditación de sus ideas, la descalificación automática de sus necesidades,  pero también la justificación de sus violencias por la etapa; porque con estas líneas no pretendo negar la existencia de retos y desafíos que se presentan en la edad, lo que intento es invitar a reflexionar sobre los discursos que perpetuamos entorno a esta etapa y en diversos ámbitos que generalizan y homogenizan a las y los adolescentes, asumiendo que todas y todos se desarrollan completamente igual.

Un ejemplo de estas líneas en momentos cotidianos podría ser las normas y reglas en casa o en la escuela, es natural y normal que el adolescente cuestione una regla impuesta; nuestro pensamiento en automático puede ser que es por “rebelde, problemático/a, flojo/a etc”, y ahí es donde debemos de cuestionar nuestra creencia, porque en realidad es el desarrollo de una habilidad cognitiva y reflexiva, que nosotros como adultos tendíamos que saber gestionar, si nos enfocamos en la explicación, acompañamiento y cumplimiento de esta norma sin violencia ni física, verbal o simbólica podemos obtener mejores resultados.

Si bien es cierto que los adolescentes durante esta etapa del desarrollo viven y experimentan cambios físicos, cognitivos, emocionales, afectivos y sociales importantes en su vida, esto no hace problemática a la etapa en sí, porque cada una de las etapas del humano sufre sus propios cambios, comenzar a quitar estos estigmas hacia los adolescentes puede resultar favorecedor para su autopercepción, autoconcepto, autoestima y desarrollo social.

Les invito entonces a cuestionar nuestros discursos, creencias e ideas que podemos tener entorno a las adolescencias, observar desde donde estamos mirando esta etapa y que tan riesgo puede ser nuestro discurso entorno a ellas, porque ningún adolescente es violento o aislado por naturaleza siempre debemos de revisar las dinámicas familiares y sociales en las que está inmerso, nuestro rol como adultos es enseñar a gestionar, acompañar y guiar, no pretender que mi adolescente responda o reflexione como un adulto, cuando aún no lo es, una visión más compasiva y menos adulto centrista puede favorecer las dinámicas, es normal como adultos tener dudas por lo que acércanos a un profesional que nos pueda orientar siempre será una excelente opción.

Si tienes algún comentario o tema que te gustaría profundizar, escríbeme.

 

Psic. Mónica Alejandra Padilla Malta.

-Maestrante en psicología aplicada
-Maestra en educación con especialidad en Ciencias Sociales
-Licenciada en Psicología
-Licenciada en Educación

Contacto: psic.monicapadilla@gmail.com