LOS GOBERNANTES QUE DESEAMOS (Que Huelan a Pueblo)

TAREA PUBLICA

Por: Carlos OROZCO GALEANA

El 22 del mes pasado escuché decir a Angel Verdugo, financista sonorense y colaborador habitual de Excelsior, que un gobernante además de tener cabeza, corazón y carácter ( esta exigencia a los políticos se le atribuye al potosino Gonzalo Santos) tendría que ser docto en alguna disciplina que tuviera conexión con la forma de gobernar, ya sea en economía, derecho, finanzas, educación, seguridad.

Reflexionando sobre ello, considero que Verdugo tiene razón: no se puede aspirar a gobernar un municipio, un estado o un país cuando se carece de conocimientos fundamentales que permitan usar instrumentos ( el diálogo, el análisis objetivo, la escucha permanente a todos, la toma de decisiones correcta, etc) que faciliten la tarea de mantener cohesionada y progresando a una sociedad.

En Colima hemos tenido, a lo largo de la historia, buenos, regulares y malos gobernantes. Desde aquellos que llegaron al cargo habiendo reprobado una y otra vez materias universitarias y que optaron por abandonar la Universidad al no poder avanzar, hasta los que supuestamente deslumbraban por sus nociones obtenidas en universidades del primer mundo. Hoy se tiene la certeza de que no por egresar de universidades famosas se garantizan resultados en la gobernación como los que toda sociedad espera. Y que a veces, gente sin antecedentes académicos brillantes, gobierna mejor. . .o menos peor. Igualmente, se ha comprobado que aquella trilogía de conceptos de la que habla Verdugo, las de las tres “C”, ha brillado por su ausencia en el ejercicio que del poder han hecho algunos gobernantes. Sobre todo la segunda “c”.

Y sin embargo, a pesar de todo, Colima vive. Es tan grandiosa nuestra tierra y sus habitantes tan generosos y aguantadores, que a pesar de desventuras sufridas por las carencias espirituales de nuestros gobernantes, estamos erguidos, progresando ( aunque a pasos cortos), educando a las nuevas generaciones, mejorando la infraestructura física, orientando a nuestros jóvenes, cuidando a nuestros adultos mayores, construyendo el futuro. A lo largo del camino, las asechanzas, en vez de lastimarnos demasiado o arruinarnos, nos han purificado, hemos sacado la garra y solventado todos los peligros, y eso mismo haremos con el coronavirus si reaccionamos de acuerdo a los requerimientos de las autoridades y decidimos cuidarnos y cuidar a otros.

En el 2021 no debemos equivocarnos en la elección principal, lo pagaríamos muy caro y tendríamos que esperar otros seis años a ver si acaso acertamos. No, amigos lectores. Tenemos que descubrir las cualidades de quienes aspiran a gobernar. Deben tener mínimo las tres “C”. No podemos confiar nuestro destino en manos ambiciosas o inexpertas, en personas débiles, oportunistas, con historial negro o acomplejadas, en personas que ya en el poder podrían ver a los ciudadanos como a los conejos: chiquitititos y orejones.

No dejemos guiar nuestras decisiones por los efectos publicitarios o por la supuesta o real bondad de algunos aspirantes que echan “la carne al asador” en pretemporada electoral; dirijamos  nuestra mirada a las personas que han dado resultados inmejorables en su trabajo, a quienes han acreditado madurez y sensibilidad para escuchar y entender a los demás, no a políticos en modo rufián que mantendrían cerradas sus puertas a los ciudadanos pero sí muy abiertas a incondicionales o políticos afines, o a quienes en el mundo empresarial garanticen los tradicionales moches. No queremos gobernantes con aires de autosuficiencia sino cercanos a todos. Y, principalmente, que salgan del cargo como llegan: con las manos más o menos limpias.

Y porque nos conocemos en Colima, no tenemos porqué fallar. Insisto, hemos de fijarnos en quienes tienen más fortalezas, más saberes, más experiencias, más honradez, vocación íntegra de servicio, expediente intachable. No desesperemos, alguno habrá por ahí en cada partido que tenga algunos de estos elementos. Todos los partidos tienen gente de valía, pero deben hacer un buen trabajo si quieren acertar en su cometido y presentar a sus mejores cartas. Si se equivocan o se imponen los liderazgos de siempre a su interior, cosecharán menos votos y la ruina será su pago justo.

Necesitamos a gobernantes con suficiente entrenamiento en la resolución de problemas. Tendrían que ser primero alcaldes o alcaldesas. Deben ser quienes arriesgan su prestigio poco o mucho haciendo cumplir la ley adquiriendo responsabilidades que otros desechan, a quienes no se escondan al menor asomo de conflicto para no ver disminuidos sus réditos. Lo requerimos con ética incontrastable, afable, sencillo y muy trabajador, que huela a pueblo.

Al final de cuentas, gobernar es entregarse, no aislarse de todos; desdoblarse en la humanidad personal descentrándose de sí mismo para ver por otros y servirlos. Ponerse en los zapatos del ciudadano, comprendiéndolo, viéndolo con misericordia. Un gobernador es un servidor, no un jeque árabe.

Tenemos que dar con la tecla y elegir a quienes más convengan a Colima. Ya no falta mucho tiempo para la renovación.