Estado Islámico decapita, cobra impuestos, vende petróleo y controla el tráfico de las ciudades

Con 31 mil combatientes, el grupo insurgente conocido como Estado Islámico ha conquistado un territorio mayor al del estado de Durango, similar al de los países europeos Austria y Suiza juntos (algo así como 130 mil kilómetros, según datos de la CIA publicados por el diario español El País).

De acuerdo con El País, el Estado Islámico, pese a que no cuenta con ningún reconocimiento de la comunidad internacional (ni siquiera entre los países islámicos), está creando algo parecido a un sistema legal en el que tienen cabida las decapitaciones, el trato vejatorio contra las mujeres, la aniquilación de cualquier discrepancia con su peculiar interpretación del Islam (ni hablar de otras religiones), y ya se ocupa de cuestiones tan cercanas a los ciudadanos como el tráfico, posee un ejército entrenado y fanático, recauda impuestos, controla recursos naturales tan valiosos económicamente como el petróleo y ondea su bandera.

En junio pasado, el grupo que aterroriza amplias zonas de Siria e Irak, ambos países sacudidos por la violencia en las últimas décadas, nombró como su califa a Ibrahim al Badri, conocido también como Abubakr al Bagdadi. Es la máxima autoridad religiosa y política del califato, del sistema absolutista que aúna las vidas civil y religiosa.

La espiral de violencia en la región ha llevado a miles de personas a escapar de sus lugares de origen, perseguidas por la amenaza que representa para la vida y la integridad el Estado Islámico, célebre por su crueldad incluso en zonas antaño bajo el dominio de Saddam Hussein, o actualmente regidas, al menos de nombre, por Bashar al-Assad, el carnicero sirio al que Occidente no ha podido terminar de derrocar.

Sin el reconocimiento oficial de otros Estados será imposible que se consolide ante la comunidad internacional, pero el Estado Islámico de Irak y del Levante (su nombre completo) ha creado estructuras de servicios sociales, religiosos, reparación de carreteras, mantenimiento de la infraestructura hidráulica y eléctrica y ha recaudado impuestos.

Al igual que otros Estados, a los impuestos les ha agregado ingresos de los recursos naturales, principalmente petróleo.

Según El País, el Estado Islámico controla tres campos de extracción en Siria y cinco en Irak, una refinería y pequeñas instalaciones móviles (en los últimos bombardeos de la aviación estadounidense han sido considerados como objetivos militares). Produce combustible y lo vende de contrabando en Turquía. La cifra que obtiene, entre 28 y 34 millones de pesos al día.

Los analistas apuntan a que el Estado Islámico está siendo exitoso gracias a que su férrea moral religiosa la cumplen a rajatabla: son tan escrupulosos en el cobro de los impuestos a cada ciudadano bajo su régimen como incorruptibles a la hora de aplicar los recursos así obtenidos. Y son implacables castigadores de los pecados-delitos.

“Los servicios le ayudan a atraerse a la gente, en especial a los pobres que no tienen otras alternativas para ganarse la vida”, opinó en un correo electrónico Lina Khatib, la directora del Centro Carnegie en Oriente Próximo.

Así, el Estado Islámico ha aprovechado las fracturas en amplias zonas de Siria e Irak para imponer su régimen abominable a ojos de Occidente, y ha impuesto condiciones de estabilidad. Y un Estado que produce estabilidad y rige a más de ocho millones de personas no es poca cosa.

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