EN VOLANDAS

El enfoque escéptico de la política

Por: Rubén Carrillo Ruiz

Imposible no estar de acuerdo con el título de este artículo que Mario Bunge escribió hace siete años, oportuno para el auge de todas las campañas políticas, la corrupción imperante y hasta el litigio por el despido de Carmen Aristegui, que pone en la picota atropellos a la libertad de expresión.

Sin embargo, ante tal desastre anímico contra la política, la pregunta básica consiste en si es posible una reconciliación, pese a que nos ha postrado, enviado a la sima del entendimiento, a una dirección errabunda. Quizá por eso la glosa y resumen apretadísimos de este largo artículo del filósofo argentino, casi centenario, vindique las emociones encontradas de un oficio casi tan antiguo como la condición humana.

Dice el epistemólogo que según una opinión muy difundida entre los italianos, la gente se divide en dos clases: los furbi, o pícaros, y los fessi o tontos.

Expresa: “Sin creencias de algún tipo no sobreviviríamos. Son fuentes de acción. Quien nada cree nada hace y, por lo tanto, vive peor y menos que el dogmático. No todas son equivalentes: unas son más verdaderas o eficaces que otras. El dogmático es esclavo de creencias que no ha examinado críticamente, de modo que se arriesga a obrar mal. El escéptico radical, el que nada cree, no está al abrigo de toda creencia, sino que es víctima de creencias inconscientes. En cambio, el escéptico moderado, el que sopesa ideas antes de adoptarlas o rechazarlas, está en condición de actuar racional y eficazmente.”

Para el historiador de las ideas, entre los sistemas de creencias figuran las ideologías, “los cuerpos de ideas acerca de la naturaleza del mundo, del más allá, de los valores y de las normas morales y políticas. Las creencias ideológicas suelen ser las más fuertes.”

Bunge expresa que “todos enfrentamos los acontecimientos políticos con algún preconcepto ideológico: progresista o reaccionario, neoliberal o socialista, secular o religioso”.

Luego, un decálogo, que puede aplicarse en inyecciones, píldoras o unciones por las vías moral y política; informativa y noticiosa; mercadotécnica y propagandística:

  • Las ideologías son respuestas prefabricadas a estímulos esperables, y la realidad social es en gran medida impredecible porque la vamos haciendo de a poco y en forma más improvisada que científica.
  • El enfoque ideológico no es obstáculo a la comprensión de la política si se está dispuesto a reexaminar los principios de la ideología en cuestión, para verificar si se ajustan a la nueva realidad, a la moral y a nuestras aspiraciones legítimas.
  • Confundir es identificar lo distinto. La confusión puede ser involuntaria o deliberada. La confusión involuntaria es el precio que pagamos por la ignorancia, el apresuramiento, la improvisación o la superficialidad. La confusión deliberada, en cambio, es un delito, ya que es un engaño.
  • El error es tan común en política como como en ciencia, pero la corrección del error es menos frecuente en política que en ciencia, porque al político común le interesa más el poder que la verdad.
  • Los errores políticos pueden ser tácticos o estratégicos. Los errores tácticos, o técnicos, son mucho más fáciles de corregir que los estratégicos, ya que éstos involucran principios y metas. Un error estratégico común es el oportunismo, tal como aliarse con el enemigo de nuestro enemigo con el solo fin de derrotar al adversario. Este es un error grave porque involucra traicionar principios básicos.
  • En política suelen cometerse errores de evaluación, en particular exageraciones y subestimaciones. Tampoco hay que cometer el error opuesto de subestimar al adversario.
  • La modernidad, la innovación técnica y la gran diversidad social van acompañadas de cambios sociales impredictibles. La primera favorece el cambio, por dar rienda suelta a la creatividad, la que consiste, precisamente, en inventar cosas, procesos e ideas nunca pensados antes. Y la gran diversidad social, sobre todo si consiste en desigualdades pronunciadas de acceso al poder económico, político o cultural, genera conflictos de resultado incierto.
  • El engaño político es particularmente exitoso y repugnante cuando va disfrazado de cruzada moral.
  • Todo político tiene que firmar pagarés, o sea, hacer promesas. Si es honesto, los firmará creyendo que podrá levantarlos, aun sabiendo que pueden ocurrir acontecimientos inesperados, tales como sequías prolongadas, que le impidan cumplir su palabra. Ocasionalmente el político ambicioso, aunque honesto, firmará pagarés literalmente a diestra y siniestra, para obtener el apoyo de grupos políticos de idearios muy diferentes del suyo propio.
  • Un movimiento político es moral si y sólo si se propone sinceramente mejorar el estilo de vida de la gente, o sea, si es democrático y progresista.

 

Jorge Luis Preciado

Este candidato a gobernador del PAN tiene un límite: cree que sus ocurrencias son ideas brillantes. Será un animador divertido de las campañas, siempre y cuando no violente los ánimos, como los escarceos en el Instituto Electoral del Estado, cuya presidenta, Felícitas Alejandra Valladares, impidió un sainete. La prensa también debe ser ecuánime y no tirarse al piso cuando se le pida respeto a las instituciones. Es básico que este comportamiento, tanto de políticos como de medios de comunicación, no distorsione las propuestas y compromisos de los aspirantes. Que la cobertura quede, más que algaradas, en reflexiones precisas de contenidos.

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