La calidad del aire es uno de los factores que pueden favorecer o perjudicar la salud respiratoria, sobre todo durante periodos de contingencia ambiental o bajas temperaturas, porque el efecto invernadero favorece la acumulación de contaminantes dañinos para la salud. Su cuidado es un reto apremiante, y más cuando se debe hacer frente a una pandemia devastadora como la de COVID-19.

La actual contingencia sanitaria ha generado un ritmo de vida inusitado, con largos periodos de confinamiento y un llamado a la prudencia para evitar fiestas, reuniones y aglomeraciones, lo que incluye cancelar las tradicionales peregrinaciones y posadas, celebraciones que se acompañan de fuegos pirotécnicos, una costumbre a la que muchos se niegan a renunciar.

El bello espectáculo de las luces de colores que estallan en los cielos es una experiencia que a muchos les fascina vivir.

Sin embargo, esta práctica produce una excesiva emisión de gases y mezclas de minerales utilizados para dar color y efectos visuales y auditivos a cada una de las figuras luminosas que detonan en el aire con cada cohetón, o en los castillos que al desprender lluvias de color o lanzar coronas llameantes alucinan a las multitudes en las plazas públicas.

Lo mismo ocurre con las palomas, buscapiés, volcanes, abejitas, chifladores o los estridentes cañones, solaz de niños y adultos en las calles de cualquier barrio.

Durante la visión de esa policromía es inevitable percibir el olor que despide la mezcla de nitratos, sulfatos y percloratos en fórmulas de sodio, cobre, estroncio, litio, antimonio, magnesio y aluminio, sin olvidar el bario, de isótopos radiactivos, que nos ofrece el color verde.

Se suman neutralizantes, oxidantes y aglomerantes que se mezclan en la pirotecnia, además del perclorato de sodio que da propulsión al cohete, los metales pesados que aportan el color y los aerosoles que producen la detonación.

Ya en los aires, esa mezcla libera, entre otros, monóxido de carbono (CO) y partículas suspendidas (PM2.5) que se suman a las emisiones del transporte, las fábricas, fogatas, calentones, así como la irresponsable quema de llantas o basura, lo que termina por generar altos niveles de polución los días 12 y 25 de diciembre, así como el primero y el 6 de enero.

«Si verdaderamente queremos hacer frente a los problemas respiratorios y evitar un fin de año con padecimientos por esta causa, habremos de tener presente que las partículas PM2.5, emitidas con la quema de cohetería, causan graves males al ser inhaladas, ya que por sus dimensiones se mantienen por más tiempo en el aire y entran fácilmente por nuestro sistema respiratorio», señaló en un comunicado la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Las autoridades de salud insisten en advertir además que el monóxido de carbono (CO), gas sin olor ni color, puede causar un súbito malestar por envenenamiento, e incluso la muerte, mientras los metales impactan al sistema respiratorio.

A su vez, el perclorato de sodio que detona la cohetería cerca de los cuerpos de agua aumenta hasta un millar de veces los niveles normales y daña a microorganismos y fauna acuática, sin mencionar que muchos de los animales de compañía, como perros y gatos, sufren estrés a consecuencia del ruido.

Por estas razones, en muchos países se ha procurado suplir el uso de la pirotecnia por la tecnología que ofrecen las luces láser y los drones, tal y como ha ocurrido en Shanghái, lo que ha permitido disfrutar de espectáculos aún más sofisticados sin generar altos niveles de polución.

«¡Celebremos las fiestas de fin de año responsablemente!, ¡Atendamos las indicaciones de las autoridades sanitarias!, ¡Evitemos reuniones multitudinarias!, ¡Guardemos la sana distancia!, ¡Rechacemos el uso de pirotecnia y procuremos opciones no invasivas para festejar de forma segura y prudente!»