EDITORIAL AF

Campañas sin sustancia

La fecha de caducidad de las campañas políticas será el 7 de junio. Esa obviedad temporal tiene semáforo: todos los contendientes se pasan el alto ciudadano porque no entienden que la sociedad, el país, el estado, los municipios, están en amarillo: detenidos para seguir por la inseguridad pública, la corrupción, el despilfarro, el incumplimiento. Y los diseños públicos que corrijan esas incoherencias no florecen en las propuestas de los partidos políticos.

Eso crea una dimensión anímica adversa para la credibilidad ideológica, pues los mensajes del proselitismo abundante cojean en esa fachada: boletines tradicionales, redes sociales en contrapropaganda (sin propuesta específica), cobertura enojada con la innovación; por lo tanto, recepción defectuosa en una ciudadanía exigente de los cómo, propuestas que planteen solución a la crisis laboral, de pensiones, protección social, servicios públicos de calidad, transparencia y rendición de cuentas.

Los políticos de cualquier partido deben partir del diagnóstico real. En consecuencia, su oferta para meter en razón al votante tiene horas límite. Si caminan entre colimenses y no escuchan sus reclamos; si, en sordina, continúan sus trayectos, acumularán peticiones acostumbradas; las amontonarán sin razonarlas, debidamente. Ahí, el semáforo se prende nuevamente en rojo.

El tiempo apremia para los políticos que deseen convencer a sus posibles votantes. La atomización de la oferta partidista puede erosionar la inteligencia del elector, que, confundido, no recibió la información pertinente de las alianzas parciales. No hay un arco del triunfo para nadie en Colima, porque la entidad padece una serie de flagelos incompatible con el optimismo oficial.

La reglamentación acortó periodos proselitistas quizá con la intención de sintetizar precios y alcances de los mensajes, pagados con recursos públicos. La democracia no debería tener tasación económica. Pero cuesta mucho al erario y sus beneficios aún son intangibles en la mejoría colectiva. Colima, como entidad, espera remedios confiables a sus problemas. Ahí está la clave de quien gane la contienda electoral. El semáforo aún está en amarillo.

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