#CrónicasMaternas: dos años del rugido del jaguar

Hace dos años supe que llegabas.

Sentía miedo y emoción al mismo tiempo.

(Esa sensación jamás se fue, aún la tengo, sobre todo cuando te veo hacer cosas potencialmente peligrosas pero que significan una hazaña para tu desarrollo.)

Desde ese momento, eres lo único que me permito sin horarios, sin planes, sin expectativas, sin nada.

Porque contigo las cosas son así: aquí y ahora. Contigo se vive el momento presente, el eterno, el breve.

La vida contigo es un suspiro, una bocanada de aire fresco que no se sabe cómo inició o cuándo terminará.

(No eres la misma persona que ayer y, definitivamente, no eres el mismo puñado de células intentando ser cigoto que hace dos años.)

Contigo el tiempo no pasa hasta que te observo en la cama y veo el espacio que ocupas, lo largo de tus piernas o el tamaño de tus manos.

Desde que supe que llegabas, dejé de ilusionarme. Cerré los ojos y salté al vacío.

Yo, que siempre gusté de planear y esperar, me dejé llevar en un torrente de emociones.

Contigo no espero, contigo estoy y vivo cada paso.

¿Y qué sucede? Que me permito sorprenderme, que no me desilusiono de nada, porque no espero nada. Todo me deslumbra.

Tus tiempos son perfectos porque son tuyos.

Contigo entendí que todos somos distintos y requerimos espacios y ritmos diferentes.

Contigo me tragué algunas palabras para entender que mi verdad no es absoluta, porque no existe una sola.

Contigo la escala de grises es más clara. Pero comprendo, también, que existen más colores, con más tonos y diversas texturas.

Tengo miedo, sí.

Estoy feliz, también. Como nunca antes.

Desde hace dos años cerramos una puerta y abrimos otra de golpe. Fue como lanzarse del trampolín olímpico de 20 metros con nada más que un salvavidas de patito.

Concibo la vida diferente cada día y me permito cambiar, porque quiero enseñarte eso: que sin importar cuántos años tengas o las formas que hayas aprendido, siempre se puede volver a comenzar. Deconstruirse y volverse a construir.

Descubro una nueva forma de amar, una distinta a todas las otras. Una que nunca dudé que fuera amor. Una forma certera, dura, completa. Una que me hace sentir mejor persona.

Porque también me ha hecho repensarme como mujer, como ciudadana, periodista y actriz, como ser humano.

Desde hace dos años en mis tripas laten dos corazones.

Y si pudiera pedir algo, pediría tu libertad…

Dos años del rugido del jaguar. Feliz (no) cumpleaños.