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Productividad, Competitividad y Mercado Interno Estrecho

Por: Juan González García*

Uno de los mayores tabúes en el debate contemporáneo sobre la economía, es el relacionado con la productividad marginal. Entendida como la relación entre producción y trabajo u horas hombre trabajadas en una determinada actividad de la empresa, México no ha estado ajeno a este debate, el cual se presenta no sólo en los espacios académicos sino en los espacios de toma de decisiones de las instituciones, para determinar, entre otros, el valor monetario del trabajo.

El dogma económico dominante dice que, el valor monetario del salario, debe ser igual a la productividad marginal de este, y que el empleador, sólo contratará más trabajo en la medida en la que el nuevo trabajador, genere valor agregado superior al costo salarial. Pues bien, en los últimos años, la productividad media del trabajador mexicano, ha estado por arriba de su remuneración.

Esto se constata, en la publicación de los Índices de Productividad Laboral y el Costo Unitario de la Mano de Obra 2014, dado a conocer por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en torno a la productividad de la economía mexicana. En efecto, de acuerdo al reporte 2014, la productividad por hombre ocupado, creció en más de 11 puntos porcentuales en tanto que de las principales actividades de la economía en 5 % (3.0 % en la actividad industrial; 6.7 % en la construcción y 5.7 % en la Manufactura) mientras que el salario, no sólo no creció, sino que disminuyó en un 8.5 %

¿Qué quiere decir esto? Que la manera de determinar el valor monetario del salario, no corresponde con la productividad y que se requieren diseñar nuevos mecanismos, que permitan a la población trabajadora, resarcir los años y décadas de pérdida de poder adquisitivo (es decir, lo que se puede comprar en bienes y servicios con el salario nominal vigente), derivados de la fijación de su ingreso salarial, con base en dogmas, que ya poco reflejan la realidad.

El problema que se genera de esto, es que, el trabajador, busca por diversas maneras, resolver el asunto de la precariedad salarial y muchas veces, esto implica, en el mejor de los casos. que empieza a trabajar menos o a ser menos productivo, en sentido literal, pues observa que su esfuerzo no es recompensado monetariamente como corresponde; en el peor de los casos, empieza a socavar él mismo, los insumos y medios de trabajo, para venderlos en los mercados subterráneos, a precios menores a los comerciales normales.

El no reconocimiento a la productividad del trabajo, empieza a minar la competitividad, ya que al ser la productividad una de las bases de la competitividad, hace que ésta, empiece a reducirse o estancarse (en el mejor de los casos) y a hacer perder las ventajas salariales, de insumos, proveedurías, distribución, etc., etc., que podrían haber vuelto más competitiva a la empresa, si nos situamos en el ámbito de la compañía o a la sociedad, para situarnos en una mayor escala.

En cualesquiera de los casos, lo que se origina con ello, es la pérdida de competitividad en sus diversas escalas, ya sea local, estatal, regional, nacional y por supuesto, internacional. A final de cuentas, la inadecuada valorización del trabajo, se refleja en una pérdida de competitividad, la cual, en una escala internacional, ubica a nuestro país como uno de los países que más pérdida de competitividad presenta en el mundo, y también, de los que más saltos de competitividad dan, a veces, extrañamente, de forma positiva, pero la mayoría de las veces, de forma negativa.

La relación entre la productividad y la pérdida de competitividad internacional de México, tiene implicaciones en diversas escalas, áreas y sectores, particularmente en el llamado mercado interno. Este mercado, está conformado tanto por la inversión, el consumo y el sector público, aunque, los especialistas se refieren más a éste, como el mercado de los consumidores nacionales, ya que son ellos, quienes con sus decisiones y capacidad de compra, vuelven a dicho mercado, dinámico y robusto o estático y reducido.

La dinámica y robustez del mercado interno, es aquella situación en la cual, los consumidores cuentan con la capacidad para adquirir de manera inmediata (compra de contado con o sin efectivo) todos aquellos bienes y servicios, que le son indispensables, cuantas veces sea necesario. Un mercado interno robusto y dinámico, mueve a la economía, ya que, estimula la producción de estos bienes y servicios y genera círculos virtuosos de inversión, empleo y generación de ingresos, tanto salariales como no salariales.

Un mercado interno estático y reducido, manifiesta la poca capacidad con la que cuentan los consumidores, para adquirir los bienes y servicios que le son indispensables y no los adquiere por decisión propia y libre, sino porque sus dotaciones de dinero, le impiden acceder a estos; asimismo, sus capacidades de crédito, son limitadas, razón por la cual, no acude y quizá no califique para los mercados crediticios y financieros.

Ello, derivado de su bajo nivel de ingreso, explicado, igualmente, por su bajo nivel salarial. Como se vé, aquí es donde se presentan las principales implicaciones de un pago al factor trabajo, por debajo de su productividad marginal, a final de cuentas, ello hace caer a México como país, en un círculo vicioso de bajo nivel de ingreso; bajo poder adquisitivo; mercado interno reducido; baja competitividad y brechas de ingreso mayores.

El anterior círculo, no ha permitido a México, pasar de un mercado interno estrecho y reducido a un dinámico y ancho o creciente. Esta situación, genera grandes debates, sobre todo en el mundo de la ciencia económica, donde se discute y analizan, las causas y efectos de este tipo de situación, concluyendo que, o bien, se ajusten las políticas salariales al dogma dominante de la productividad marginal del trabajo o bien, se dejen los acuerdos laborales, a los arreglos institucionales entre oferentes y demandantes de empleo, para lo que se requiere contar con oferentes de empleo, en igualdad de circunstancias que los demandantes, y este, sin lugar a dudas, es otro gran tema a analizar.

 

*Dirección General de Divulgación Científica de la Universidad de Colima

 

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