Chelódromos; los antecendentes, los Jóvenes y el peligro, reprimir o permitir

Pareciera que desde hace algún tiempo los jóvenes y el alcohol (asociado con peligro) en Colima son un tema de moda intermitente, que cuando surge algún periodo de alarma se sube a los escenarios de los medios de comunicación y al discurso político, siempre hablando por ellos, pensando por ellos, los jóvenes.

Porque ellos aún son vistos como una masa de ciudadanos a formar, chavos que están en una etapa transitoria, y como tal, pareciera que no vale. Podríamos interpretar que la juventud en nuestro estado sólo sube a escena cuando es presa del “peligro”.

El momento anterior al debate que se vive hoy en torno a los “chelódromos” o “espacios de convivencia segura” fue en el 2006 y 2007, y al igual que ahora, las opiniones y los discursos se mueven en dos ejes: la permisividad o la prohibición. Y esto, consecuencia de la lógica de que a los jóvenes se les permite o se les prohíbe, como si no pudieran elegir.

En aquel año el debate se desató tras una serie de muertes en accidentes viales, la mayoría relacionadas con conductores en estado de ebriedad, en los medios se publicaron cifras como que el 70 por ciento de los accidentes viales donde se involucraban jóvenes estaban relacionados con el alcohol.

La respuesta del gobierno y la clase política fue en general, de represión, el gobernador Silverio Cavazos propuso implementar un toque de queda a partir de las 2 de la mañana y cerrar todas las discos y bares, así como instalar un operativo para que a partir de esa hora todos se fueran a sus casas y no a otro lugar. Estas opciones fueron apoyadas por los diputados del Congreso del Estado, esta política fue llamada “cero tolerancia”.

Como dato curioso hay que recordar que por aquel tiempo donde se suscitaba ese debate, existía una brecha cercana al bachillerato 30 por donde los estudiantes caminaban incluso en horas donde la noche creaba un ambiente propicio para el peligro, registrando incluso un caso de violación, entonces la respuesta fue habilitar ese espacio como un andador o calle, pavimentándolo, limpiándolo y alumbrándolo, ¿Las voces que claman el orden porque no propusieron que se prohibiera a los jóvenes caminar al salir de la escuela?.

Siguiendo con el contexto de aquellos años, el 25 de enero de 2007 el gobierno del Estado realizó un foro donde se convocó a los jóvenes, para participar en distintas mesas de trabajo y encontrar propuestas y soluciones al problema en aquel entonces del alcohol y los accidentes de tránsito. La voz de los jóvenes fue clara y bastante nutrida en propuestas, a pesar de que la mayoría de la asistencia registrada no fue muy representativa en cuanto a sectores.

Se propuso implementar alcoholímetro así como el programa de conductor designado en las discos y bares, se propuso ampliar los horarios de cierre de los antros para no irse a seguir la fiesta a otro lado, incluso se propuso fomentar actividades nocturnas como torneos deportivos, ampliar horarios de cine o hacer funciones de autocinemas así como eventos culturales de bajo costo, entre otras. Ninguna de estas propuestas se retomó como política estatal.

Entonces, también se habló de los “chelodromos”, una propuesta en conjunto que tenía la secretaría de la juventud y el ayuntamiento de Colima, incluso se proponía montar este espacio en el pueblito de la feria de Colima y hacer convenios o alianzas con el ramo empresarial para habilitar el espacio de mejor manera.

Fue aquí donde el nombre Chelódromos apareció, y apareció de la mano de periodistas, columnistas y políticos que se dedicaron a señalar que esta política era una incitación a que los jóvenes bebieran más. Si queremos entender el debate de ahora tenemos que remontarnos a estas fechas y a los que le impusieron a la palabra chelódromo una carga simbólica como hablar de Sodoma y Gomorra.

Después de este ejercicio de darle la voz a los jóvenes en el foro y de analizar la propuesta de los chelódromos, el gobierno tomó las riendas y comenzaron los alcoholímetros, los retenes, la tipificación de conducir ebrio como delito, incluso se avisó que la policía podría entrar sin permiso a interrumpir fiestas rave para decomisar drogas.

Y en esta lógica que comenzó a circular los jóvenes comenzaron a convertirse en criminales, tanto así que en Febrero del mismo año el diputado Arturo García propuso calificar igual los delitos graves para adultos y para adolescentes, la ya tan conocida premisa de “eres muy joven para tener derechos civiles plenos, pero se te pueden imputar responsabilidades penales como adulto” esto una contradicción ya que no se otorgan derechos bajo el argumento de que aun no está listo para saber decidir, como si entonces el crimen fuera un impulso natural.

Dos semanas después, el tema quedó sepultado, tanto por los medios como por la clase política, el peligro desapareció del interés, para ser llenado por otras cosas, y los jóvenes siguieron buscándose camino, buscando la fiesta, la diversión, las opciones, lanzándose a espacios alejados del control de ese mundo que se preocupa tanto por ellos o construyéndolos en múltiples espacios virtuales y físicos, aguardando nuevamente un tema de moda, para subir a la escena con la excusa del peligro, ahora el peligro es ser ultrajado en brechas como antes lo era chocar alcoholizado, y el debate nuevamente se revive entre la permisividad y la prohibición, claro, el debate entre quienes no necesitan espacios, entre quienes no son jóvenes, y entre quienes son voz autorizada únicamente por el lugar donde se encuentran.

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