ARMONÍA

¿QUÉ VIENE?
SEAN OSMIN HAMUD RUIZ

¿Se vale dudar? ¿Se vale sentir desesperación, desesperanza? ¿Se vale el miedo? A las tres preguntas, hay que contestar, por supuesto que sí.

Lo que hemos enfrentado en lo que conocemos y seguramente la historia calificará como “la época de la pandemia”, sin duda ha sido la experiencia moderna de la humanidad más polémica, intrigante, confusa, atemorizante.

Un buen día amanecimos y tuvimos que guardarnos, aislarnos, reprimir nuestra cotidianidad y comenzar una ruta atropellada hacia un cambio de hábitos en el comportamiento, que todavía no terminamos ni de entender, mucho menos aceptar.

Por unas semanas, creímos que avanzábamos hacia el retorno de los abrazos, de las convivencias, de lo normal. El inmunológico nos brindó esa visión.

Pero la naturaleza quiere que aprendamos alguna lección aún no asimilada. Las mutaciones o variantes surgen como hongos en la humedad. A penas creíamos comprender, comenzar con el control de la enfermedad. No. Las pocas certezas son el uso del cubrebocas, la sana distancia, el lavarnos las manos, la vacuna.

Negarse a las cepas diferentes, hacer caso omiso al aceleramiento de los contagios, obviar la saturación de hospitales, no hace que el padecimiento y su gravedad desaparezcan.

Así es que no se entiende la obsesión por el regreso a clases presenciales, menos sin definir protocolos concretos, que no solamente necesitan panfletos o manuales, requieren recursos financieros, humanos y materiales, que nadie enlista, para pensar en controlar lo que suceda al interior de un salón de clases.

Resulta casi ridículo el cambio de los rangos y valores que se dieron a conocer, con la idea de “estirar” los parámetros para definir cada color del famoso semáforo epidemiológico, como si la movilidad o reactivación debiera depender de colores venidos de la abstracción.

Mucha responsabilidad hay en quienes vayan a ser responsables de aceptar e implementar las intenciones que derivan de esta política pública. Ojalá y se comporten a la altura.

Salud, economía, convivencia, vida diaria, no pueden competir. El objetivo último debe ser el equilibrio, la ARMONÍA.

MICROCUENTO

Se dice que la intención es la importante, que es lo que cuenta. Pero me está costando la tranquilidad, el sueño, las ganas de vivir.

No puedo quedarme en esta frontera, por más bueno que sea, por más que me digan que es suficiente.

Me obligo a este propósito. Nada de intenciones, hoy te sorprendo. Hoy te beso.