Analizaron los beneficios de los fenómenos naturales

Las dos visiones que se le pueden dar a un fenómeno natural como es una inundación fueron abordadas por Rubén Galicia Castillo, investigador del CIESAS, al dictar la conferencia Inundaciones y estrategias adaptativas ¿el origen de los desastres?, en una sesión que incluyó también la disertación El desastre de Angangueo, Michoacán en el 2009 y la respuesta comunitaria, de Alicia Cuevas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Colima.

Ambas exposiciones correspondieron a las actividades del Seminario Permanente de Vulnerabilidad Social a Desastres en la Biblioteca de Ciencias de la U de C, donde el primer ponente explicó que desde el enfoque antropológico otra visión de las inundaciones que se presentan constantemente en la localidad de Metztitlán, Hidalgo, es considerar que en algunos momentos éstas suelen ser benéficas para esa población.

De la misma forma, reiteró que las constantes inundaciones han sido provechosas para la agricultura al dotar de ricos minerales el suelo y, como consecuencia, han obtenido abundantes cosechas. “Por eso, hasta dónde un desastre puede considerarse como tal, porque casi siempre se habla de las inundaciones como un desastre, pero nunca se comenta nada de sus beneficios”.

En este caso, añadió el especialista, se puede analizar el equilibrio entre el medio ambiente y la sociedad, es decir, se aprovecha la riqueza natural que un desastre llega a causar.

La otra conferencista desglosó lo que fue el deslave que causó grandes daños en la localidad de Angangueo, Michoacán en 2009. Destacó como principales causas dos continuos frentes fríos, una tormenta invernal que arrojó en un día el agua que llega a caer en una semana, las grandes pendientes, las características del terreno, la deforestación y la reducida capacidad de cauce de los ríos, entre otros factores.

Aunado a lo anterior, agregó la expositora, la población se ha dedicado por mucho tiempo a la actividad minera y su consecuente afectación del terreno. A esto se suma, prosiguió, la vulnerabilidad social, ya que se trata de una comunidad altamente marginal, donde los sueldos son ínfimos y sus habitantes moran en pequeñas casas de adobe, teja y lámina, sin un reglamento de urbanización por lo que había asentamientos en las orillas de los ríos y en las laderas de los cerros.

Luego del desastre, explicó A. Cuevas, se implementaron las estrategias de rescate y reconstrucción en esa población, en donde instancias como Seguridad Pública, Protección Civil, la Policía Forestal y el ejército, contribuyeron para ayudar a las personas y, una vez que pasó la contingencia, se dio la segunda etapa consistente en la reubicación de las personas para prevenir otro desastre.

Concluyó en que en este caso, como en muchos otros, infinidad de factores que intervinieron de la catástrofe pudieron ser previstos y, sin embargo, en su momento no se hizo nada.

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