En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES
Ya todos conocemos la historia. Grosso modo, el 25 de julio de 1583 en un lugar cercano a Caxitlán (cerca de Tecomán) se funda la primera Villa de Colima a cargo del capitán Gonzalo de Sandoval (no nada más es una avenida muy transitada cerca de la Universidad de Colima, eh), quien a su vez recibió la orden de Hernán Cortés de: “buscar un sitio y fundar ahí una villa de españoles que debería llamarse Colimán” y, bueno, lo demás es silencio como dijera Augusto Monterroso o, lo demás… es simplemente historia, pero no tan simple.
Quinientos años después, acá estamos, celebrando esos años, muchas cosas han pasado, muchas personas, muchas fisonomías y cambios que ha tenido nuestro Colima, yo le digo que es un paraíso en la tierra, una bella, bella, qué digo bella, hermosa ciudad que me ha dado tanto.
En alguna ocasión escribí una viñeta para un concurso de un conocido periódico local, donde hablé de la famosa Piedra Lisa y decía que si me había resbalado en ella… pues ni me acordaba, pero seguro que sí lo hice, porque acá estoy.
Ya muchos/as conocen también la historia, mi historia. Llegué a este terreño en el cada vez más lejano 1986 (por favor no saquen cuentas), cursé el primer año de primaria en la escuela profesor Gregorio Torres Quintero; han pasado treintaisiete años y acá sigo, en mi Colima querida, celebrando su cumpleaños número quinientos, yo cumplí… bueno… dejémoslo así, por favor…
En esta semana he asistido a muchos eventos que se han llevado a cabo con el motivo de celebrar esta fundación, en primer lugar, una verbena popular que ha organizado el municipio de Colima con venta de antojitos regionales, huaraches de suela de llanta (típicos de la región), gorditas de nata, churros e intervenciones artísticas en lo que es el jardín Libertad, posteriormente; también en un evento que organizó el municipio, asistí a una cena con música retro, donde dj´s locales se dieron gusto poniéndonos a todos a bailar con un objetivo en común, la música y bueno, otro objetivo, sería festejar a Colima.
Este evento se llevó a cabo en lo que hacía de central camionera cuando llegué a Colima aquella primera ocasión del año 1986, mundialista, por cierto (pero esta es oootra historia que también ya he contado en otros escritos). Estando en esa retro, me vinieron muchos recuerdos a la memoria, muchos, sobre todo de aquellos primeros pasos por esta tierra y, nuestro primer taxi que abordamos, un Datsun 86, tal vez hasta 85, que nos llevó, a mi familia y a mí, sólo unas cuantas cuadras, a la calle Jiménez número 419, donde vivimos por primera vez… cuando entré al baño de ese ahora auditorio, que también fue mercado y oficinas del municipio de Colima (recuerdo que ahí estaba la oficina de Cultura, dirigida en aquellos ayeres por Víctor Manuel Cárdenas Morales), me vino una especie de deja vu muy cabrón. Respiré profundo y, con la música del Sonido 32 (sonido que no faltaba en las fiestas “tardeadas” de la escuela secundaria estatal número uno Francisco Hernández Espinosa) me puse a seguir moviendo el bote para no quedar entumido, por fortuna no necesité de oxígeno o atención médica, por fortuna.
Para cerrar con broche de oro o, bueno, más que cerrar con broche de oro, par seguir en los festejos de estos primeros quinientos años de haber sido fundada, asistí a la presentación de un libro hermoso, en un lugar igualmente hermoso: me refiero a la presentación del libro: Colima, el latido de sus años magistralmente coordinado por María Irma López Razgado y el doctor José Miguel Romero de Solís (un llegado a esta tierra como yo y como muchos más y que seguro también se resbaló en la Piedra Lisa y se quedó en definitiva aquí), el escenario, no podría ser otro que el majestuoso teatro Hidalgo, abarrotado hasta el tope, qué dicha que un libro, uno solo, uno que reúne tanta historia, tantas fotos, tantas letras, tanta poesía, tantos autores y autoras, tanto amor por un lugar, tantos artistas, investigadores, universitarios… llene un espacio así. Yo sí he tenido la fortuna de estar en el escenario en el teatro Hidalgo, algunos de los comentaristas dijeron que no habían tenido esa dicha y, créanme que, estar allá arriba, con el teatro al tope, es impresionante… im-pre-sio-nan-te.
A mí no me resta más que agradecerle a Irma López Razgado y al doctor José Manuel Romero de Solís esta invitación para ser parte de este proyecto que me hace un poco más colimense de lo que ya soy.
Yo sólo puse una parte de mí, de mis letras, de mi historia, de mi vida… él y ella, ella y él hicieron el resto y vaya que fue un montón, porque reunir a más de cien autores/as, más un tanto más de fotógrafos/as y otro puño de talento local, es un trabajo que no se hace en un año, ni en dos, a ellos les tomó nueve desde que surgió como idea, hasta verlo ahora, en físico, imponente.
Colima, el latido de sus años es un libro que quedará para la historia, definitivamente, es un libro que se volverá una enciclopedia para consultar sobre algún dato que queramos saber sobre el terruño que nos vio nacer o que nos dio cobijo y que nos ha dado de todo, amor, pasión, locura desatada y más, porque eso y mucho más es Colima, eso y muchas más… repito… que vengan otros quinientos años y, nosotros, festejemos estos quinientos días con sus quinientas noches porque tenemos una oportunidad única de hacerlo, una oportunidad histórica, diría yo… de sentirnos colimenses una vez más…