VOTO MASIVO, SALTO AL VACÍO  (Ya estamos más ‘grandecitos’ para discernir mejor)

TAREA PÚBLICA
Por: Carlos OROZCO GALEANA

México vive un tiempo particular y de gran proporción para afianzar su sistema democrático a partir de la elección siguiente. Grande es el reto para conseguir que más mexicanos participen con su voto en ella y definan en libertad lo que es mejor para sus estados y municipios. Cada elección es un signo de esperanza para hacer un lado lo perjudicial y optar por lo que nos fortalece como sociedad.

El camino para conseguirlo no es fácil, plagado está de obstáculos de toda índole. Algunos, surgen de la propia dinámica social, pero otros son construidos y operados para que las cosas cambien. . . sin que cambien. Esto solo habrá de impedirse con la elevación de nuestra conciencia política y mediante un alto nivel de discernimiento para eludir asechanzas de quienes desean mantener poder y privilegios a costa de pervertir ideales y anular esperanzas de la gente.

En esa ruta, México cuenta con instituciones como el INE, estructura por cierto muy cara para la democracia por los altos sueldos de sus operadores, pero vital para que la sociedad madure y progrese equitativa y gradualmente buscando hacer la justicia en el arribo al poder.

Pero una democracia se nutre de la participación ciudadana, (insumo principal) sin la cual los proyectos de mejoría social naufragan en el mar del pesimismo. México ha alcanzado avances importantes en la creación de leyes, instituciones y procedimientos en distintas materias, lo que ha significado una ampliación y consolidación de derechos civiles y políticos de sus ciudadanos. Pero como reconoce el propio INE, “hay serios obstáculos para el ejercicio integral de la ciudadanía. La persistencia de prácticas autoritarias, la pobreza, la desigualdad y las amenazas a la seguridad pública son factores que vulneran el ejercicio de la ciudadanía civil e inciden a la baja de la participación en los asuntos públicos”.

Y como efecto de esa participación social insuficiente, salta a la vista el factor del abstencionismo. Los últimos tiempos no se ha rebasado el 65 de votantes en ninguna elección federal, se vulneró antaño la confianza con organismos reguladores que vieron con disimulo la “caída del sistema”, o procesos en donde de pronto alguien que iba ganando faltando un porcentaje mínimo de casillas, perdía de último momento ( como cuando ganó sorpresivamente Calderón “haiga sido como haiga sido”, en detrimento de Amlo).

Vencer al abstencionismo entraña una gran promoción pública, una educación ilimitada sobre la noción de deberes en el sistema escolar con su complemento en la familia. Así evitamos caer en la práctica del llamado al voto masivo, que puede resultar contraproducente porque gente sin conocimientos ni vocación de servicio colma con su presencia inaudita cámaras o ayuntamientos y echan a perder lo ganado. ¿ Qué puede hacer de bien un regidor o un diputado ignorante que solo levantará el dedo y con su voto creará quizás situaciones de injusticia solo por obedecer la línea de su partido o de sus jefes políticos?

En esencia, los ciudadanos deben adquirir elementos de juicio para discernir a quien dan su voto, que no se dejen llevar por la sonrisa interesada de candidatos o candidatas que para posar hacen que hasta se ruboricen las estrellas de Hollywood, por las promesas falsas. Es bueno que se opte por cualquier candidato a presidente o gobernador en un afán justificado para que las cosas cambien positivamente, pero ¿ por toda una cuadrilla de desconocidos ambiciosos, asaltantes de los presupuestos ?

Entiendo que el voto masivo es una puerta de salida peligrosa. El votante vive una realidad penosa década tras década por causa de gobernantes que resultaron corruptos y apáticos en sus deberes, por lo que resulta lógico que se vote ciegamente y hasta con cierta dosis de coraje contra un régimen corrupto y abusivo. Pero entendamos los riesgos que significa hacerlo porque una campaña mediática, pagada con el propio dinero de los contribuyentes,   acorrala hasta la manipulación y se aprovecha de la buena fe a la larga.

Faltan unos meses para votar, hagamos análisis sobre quien es quien de entre los aspirantes. Seamos maduros, ya estamos grandecitos para que nos timen como se acostumbra. Veamos quiénes tienen perfil adecuado para representarnos, reflexionemos sobre los altos costos que se pagan por tener gente inútil y fácilmente corruptible en congresos, ayuntamientos y gobiernos, gente buena para nada; bueno, si, para cobrar sueldos y dietas puntualmente.

Es posible sostener que la democracia política, la que han impulsado las potencias de Occidente (Inglaterra, Estados Unidos y Francia), es y ha sido la lucha por universalizar el voto, por propagarlo y otorgarlo más allá de la raza, el género, el oficio, la condición social o incluso el grado de cultura o instrucción de la gente. Según Bobbio (1999: 25), cuando se habla de que un país ha experimentado “…un proceso de democratización se quiere decir que el número de quienes tienen derecho al voto aumentó progresivamente”. Occidente ha intentado universalizar el voto, en efecto, hacerlo directo, secreto e igual en su valor para todas y todos los ciudadanos, el siglo XX fue la constatación de ello. Al respecto, Rosanvallon (2012:55) nos dice que “esta figura de la igualdad (el voto) es a la vez del orden de una medida y de una relación. Esto es lo que constituye la especificidad y la centralidad del sufragio universal: es reconocimiento del individuo-igualdad (un hombre, un voto) y al mismo tiempo manifestación del individuo-comunidad (al participar en el cuerpo político)”.

De este modo, hacer posible la célebre 29 consigna “un hombre, un voto”, es vital para el cumplimiento de uno de los dos pilares fundamentales de la democracia: la igualdad, más específicamente, la igualdad política. Esto nos refiere a que en ningún momento debe haber diferencias ni distingos en cuanto a la calidad o cantidad del sufragio emitido por cualquier elector. Todo voto emitido por un ciudadano vale y cuenta lo mismo que cualquier otro voto, sin importar quién lo haya formulado y cuáles sean sus condiciones de vida o el lugar que ocupa en el escalafón social. “No hay formulación más simple y más universalmente aceptada de la noción de igualdad”, reflexiona y argumenta Rosanvallon que “mientras que la igualación de los individuos sigue siendo en todos los campos problemática, en el orden político parece encontrar una expresión evidente” (2012: 55).RENE TORRES RUIS, SPACIO PUBLCIO, IBERO