Víctor Manuel Cárdenas

En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES

La escritora Guille Cuevas me invitó, el jueves de la semana anterior, a participar en un evento de celebración de vida para el poeta de Colima Víctor Manuel Cárdenas Morales, que se llevó a cabo en el maravilloso salón del vitral de la Pinacoteca Universitaria, escenario ideal para recordar las andanzas, canciones, poesías y momentos vividos con el autor de Fiel a la Tierra.

Como era de esperarse fuimos criticados vía redes sociales, nos dijeron que esto se tenía que hacer en vida y otras cosas más que no vienen al caso mencionar, sin embargo, también fuimos mencionados por autores y personajes de la talla de Eduardo Casar, por ejemplo, quien recordó algunos momentos (de muchos) vividos con el poeta.

En mi intervención mencioné dos momentos (repito, de muchos) que yo, en lo particular, viví con Víctor Manuel; el primero y, como olvidarlo, fue cuando lo conocí. Al parecer mi vida se ha definido por movimientos telúricos, después del episodio de 1985, que sepultó a millones de mexicanos a muy temprana hora del 19 de septiembre de 1985, al año siguiente, mis padres y yo estábamos viviendo en Colima, (quizá alejados de esos movimientos), pero pues no, Colima se mueve, a veces, mucho y más.

Corría el año de 1995 y yo no tenía ni la más remota idea de quién era Víctor Manuel Cárdenas Morales, vivía una etapa de rebeldía absoluta (como debe ser cuando se es joven, rockanrolero y guapo como yo), estaba peleado con medio Colima y escuchaba rock pesado, así y con todo esto llegué al CONAFE; leí, en algún cartel, que por un año de servicio me daban el apoyo económico mensual para poder continuar o concluir con mis estudios, eso necesitaba, justamente, en aquellos ayeres tenía cortado todo el apoyo económico familiar con justa razón (ahora lo veo y entiendo así). Víctor Manuel Cárdenas era el delegado/director de ese maravilloso programa que empezó a ponerme en el panorama de la enseñanza, a lo que ahora me dedico, definitivamente.

De aquellos años recuerdo al personaje que era Víctor, y a la persona también, un hombre pulcro, bien vestido, perfumado a chorros y que olía a tabaco y a esencia de limón; al saludarte, te dejaba impregnado su aroma por varias horas en la mano, amén de que te lavaras ene cantidad de veces. La delegación del CONAFE estaba en la calle Ocampo esquina con Hidalgo, en una casona vieja donde nos reuníamos mes con mes a charlar de las vicisitudes que hubiéramos tenido con y en nuestras comunidades.

Yo fui un judío errante y estuve en varias, la primera que me asignaron fue rancho el Bajío, en el entronque que hace la carretera Tecomán-Madrid, de ahí me mandaron, por varios meses a Lagunitas como apoyo de mi compañero Sergio, una comunidad extensa, grande que requería del trabajo en conjunto; posteriormente estuve en la comunidad del rancho El chococo, yendo como para Coalcomán, otra vez por los rumbos de Tecomán (quizá por eso tengo ese affaire con Tecomán), finalicé en Manzanillo, Rancho Adán Fuentes, por Santiago. Me moví mucho de comunidad por diversas razones. En rancho el Bajío la gente de ahí migró a otro lugar y dejaron de requerir el servicio comunitario, en Lagunitas solo estuve de apoyo y nada más mientras esperaba otra comunidad, en rancho el Chococo, el instructor que estaba anteriormente desertó y entré yo, sin embargo, la gente de la comunidad también migró y volví a quedar a la deriva, concluí feliz en Manzanillo. El rancho de Adán Fuentes tenía alberca, ahí festejé el día del maestro (bueno, me lo festejaron), me puse mi primera borrachera y pasé varias noches con una mujer por primera vez, donde hacíamos de todo, repito, de todo, el amor, entre ello.

Cada mes veía a Víctor Manuel porque siempre estuvo bien al pendiente de todo lo que sucedía dentro, fuera y alrededor del programa; las sesiones se llevaban a cabo en la casona de la calle Ocampo o en las instalaciones del Seguro Social, allá por la glorieta del charro en la avenida 20 de noviembre, casi para llegar a la colonia Pimentel Llerenas, en ambos sitios podía escuchar sus carcajadas y siempre olía a tabaco y a su perfume de esencia de limón…

La segunda anécdota que conté el jueves 17 de agosto en la Pinacoteca, jueves por cierto de los talleres de Víctor, fue cuando pedí una cita para hablar con él, no sabía ni de qué hablar, pero la pedí, me la dieron y fui. En ese entonces era director de cultura de Colima, el gobierno era panista y ahí fui. Su oficina estaba ubicada en lo que ahora se conoce como el auditorio Miguel de la Madrid, entes fue la central camionera de Colima, hace 37 años llegué a ese mismo lugar proveniente de la gran ciudad.

Antes, o a la par de que ese lugar fuera la oficina del departamento de cultura de la presidencia del municipio de Colima, donde se encontraba Víctor, era también el mercado, porque hubo un tiempo que el mercado Constitución pasó al ahora auditorio, mientras entraba en remodelación (lo que ahora conocemos del mercado). Ahí, entre cajas, papeles, libros y revistas Víctor me atendió a mí y a mi compadre David Chávez con la mejor actitud.

Yo, por aquellos años, estaba escribiendo las greguerías, mi compa sus minificciones que a la fecha sigue escribiendo. La idea de la entrevista era que Víctor nos leyera, nos diera su opinión sobre nuestro trabajo y, de pasadita, que nos publicara en la revista Tierra Adentro de donde era director (no podíamos casi nada, jejeje). Víctor a todo nos dijo ei, ajá y no nos dijo ni si, pero tampoco nos dio que no. Sólo ei, ajá sin comprometerse a nada y menos con dos estudiantes de la facultad de letras. Así era Víctor, elegante, fumador, risueño, lector, de carcajada inconfundible, de voz segura y directa, buen lector de poesía en voz alta, elegante, trabajador y llevaba un lunar en el lóbulo de la oreja ¿izquierda? que parecía un arete que llevaba de por vida… de ahí se me ocurrió una greguería que, si leen mi libro, van a encontrar por ahí.

Salud por Víctor, la poesía y su memoria. Por cierto, me dio gusto que, amén de que han pasado seis años de la ausencia física de Víctor, el recinto universitario estuvo lleno a tope. Eso habla de la calidad de persona, de la calidad de poeta y de la calidad de ser humano que era…