Messi se perdió la oportunidad de empatar el récord de Telmo Zarra como máximo goleador de la historia de la liga española en la cancha del archienemigo.
El Barcelona se puso rápidamente al frente del partido. Luis Suárez, desde la banda derecha, lanzó un pase por alto que cayó a los pies de Neymar: el brasileño recorrió de derecha a izquierda, se quitó a Carvajal y a Pepe, y desde el centro del área grande lanzó un disparo pegado al poste de Iker Casillas.
El Madrid reaccionó con bravura y durante 10 minutos mantuvo en vilo al Barcelona. Cristiano Ronaldo y, particularmente, Marcelo, desbordaron una y otra vez a Alves, insuficientemente apoyado por Xavi. El brasileño puso varios centros que con muchos apuros despejaron entre Mascherano, Piqué y el arquero Bravo. Al minuto 10, uno de esos envenenados desbordes cayó a la cabeza de Benzema, quien remató al larguero. El rechace le cayó al mismo francés, quien soltó un poderoso escopetazo que también repelió el poste.
El Barcelona naufragaba: el balón no le duraba en los pies, y era presa tanto de los ataques posicionales del Madrid, excelsamente dirigidos por Kroos y Modric, como en los fulgurantes contragolpes comandados por Cristiano. Busquets, Iniesta y Xavi fueron apabullados durante 15 minutos. El Real Madrid, pese a ir abajo en el marcador, daba una magnífica impresión: un equipo solidario, perfecto en el cierre de espacios, y lúcido en los ataques basados en la limpieza con la que James Rodríguez y, particularmente, Isco, hacían llegar la pelota a Benzema.
Con apuros, sustos y sobresaltos, el Barcelona capeó el temporal y puso entonces una muestra del futbol que se le presupone al innegable talento de su plantilla. Iniesta se fue a la derecha, Xavi a la izquierda, y comenzó a paliarse la hemorragia que Cristiano, Marcelo y Benzema habían provocado en la zona más vulnerable del equipo catalán.
Messi, lejos del área, en aparente transmutación del goleador inconmensurable al organizador y asistente del equipo, comenzó a encontrar a Suárez, quien cumplió a rajatabla la primera virtud que se le presupone: esfuerzo colosal. A base de pases cortos, los culés evitaron las estampidas blancas que tantos aprietos les supusieron inmediatamente después del gol. Incluso Luis Suárez dejó solo a Messi ante la portería, pero el cuestionado Casillas tuvo también su momento de gloria al detener el disparo del argentino que era gol o gol
Pero Marcelo anda fino: a su deliciosa técnica individual aúna un momento físico formidable; al minuto 33, nuevamente desbordó por el lado izquierdo, entró al área y mandó un centro raso que cortó de mala manera Piqué, barriéndose con la mano extendida. El árbitro señaló penal, y Cristiano empató el juego. Entonces comenzó un partido de locura, trepidante, en el que los artistas del medio campo de ambos equipos no se demoraban ni un instante con la pelota y lanzaban a sus poderosos delanteros.
Los últimos minutos del primer tiempo fueron un duelo gozoso, valiente, compuesto por rágafas de futbol estratosférico. Sin tiempo para respiros. Curioso partido: el Madrid empezó mucho mejor, pero se adelantó el Barcelona; el Barcelona dominó después, pero le empató el Madrid.
Pero tras el medio tiempo, los blancos dieron un paso al frente y exhibieron un futbol brillante que apabulló al Barcelona. Lo superaron en solidez defensiva, pegada, solidaridad, ambición, hambre de triunfo e, incluso, en el patrimonio que tanto presumió el club catalán: toque de balón. Isco, Kroos, Modric y James corrieron como enajenados y secaron cualquier atisbo de rebelión del medio campo culé, pero por momentos dieron cuenta de su magnífico pie, presto a la sutileza, y por momentos sacudieron al Barcelona a base de toques precisos. El Madrid ya superaba definitivamente al Barcelona en todos los aspectos del juego.
En el minuto 49, en un tiro de esquina lanzado por Kroos, Pepe se adelantó a su marca y colocó un poderoso remate: era el 2-1. Y a partir de entonces no hubo más partido que el propuesto por el Madrid, cuya única mancha podría considerarse la falta de precisión en los últimos metros para dejar un marcador de escándalo.
En el minuto 60, el entrenador culé decidió quitar a Xavi cuando éste se disponía a ejecutar un tiro de esquina. Lo cobró su sustituto, el croata Rakitic: raso, fácil para el despeje; Iniesta persiguió el rebote, se hizo un lío con Mascherano y el Madrid lanzó un contragolpe delicioso: Isco ganó el balón, lo condujo a toda velocidad, se lo dio a Cristiano y este, en un sutil taconazo, se lo puso a James, quien lo colocó en el sitio preciso al que acudió Benzema a máxima velocidad, y el francés lo puso pegado al segundo poste. Un golazo.
El público que se dio cita en el Bernabéu coreó “olés” y se deleitó con el triunfo ante el rival que coloca a los blancos a un solo punto del cuadro catalán. El Madrid de Ancelotti está en otro nivel.
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